jueves, 30 de enero de 2014
Platónica 5
A finales de la década de los
ochenta del siglo pasado, una vez finalizados mis estudios de historia antigua,
recuerdo que mi maestro –ahora ya jubilado- A. G. Blanco, me recomendó la
lectura de un ensayo que me iba a venir muy bien, según solía decir él, para la
realización de mi tesis sobre Platón. El libro en cuestión se había publicado
en el año 1981 en París y se titulaba L'invention de la mythologie. El
autor era uno de los grandes renovadores de los estudios helenos en Francia, a
saber, Marcel Detienne. La edición que cayó en ese momento en mis manos era la
traducción castellana que había preparado Ediciones Península en 1985. Como el
libro me impactó bastante, estuve indagando en la génesis de la obra y fue
entonces cuando leí un artículo esclarecedor del año 1982, escrito por el sabio
Arnaldo Momigliano sobre el libro de Detienne. En ese mismo año, también en
París, Luc Brisson había publicado un ensayo –hoy ciertamente famoso y
reputado- titulado Platon, les mots et les mythes. La publicación de
ambos libros en tan corto espacio de tiempo no era fruto de la casualidad. Al
parecer, ambos autores, Detienne y Brisson, habían trabajado conjuntamente en
un proyecto que tenía como objetivo el estudio del vocablo “mito” en Platón. La
diferencia de conclusiones había dado lugar finalmente a la publicación de dos
libros distintos. Esta diferencia, además, suponía según Momigliano una especie
de “ruptura” dentro de la “escuela” de J. P. Vernant.
Con una extraordinaria amplitud
de miras, el libro de Detienne parte de un análisis de las diversas
interpretaciones modernas de la mitología griega para luego descubrir el origen
mismo de dichas interpretaciones en las diatribas de los hombres “piadosos y
reflexivos” de la antigua Grecia, es decir, los filósofos. En el origen de esta
interpretación de la mitología, Detienne descubre el inicio de un proceso que
conduce de una sociedad fundada sobre la memoria y la tradición oral a una
sociedad fundada sobre la escritura, a una cultura del libro. El arco que traza
Detienne en su estudio va acertadamente de Jenófanes a Platón. El filósofo
ateniense representa el final del trayecto. El proyecto de Detienne incluye,
además, una historia de la palabra mythos desde finales del siglo VI a.
C hasta Platón, en cuya obra se produce la invención del vocablo mitología.
M. Detienne explica su proyecto del siguiente modo: “Es indispensable otra
historia, historia del interior, seguramente griega, así como lo es la palabra
“mito” que en la cronología precede a “mitología”, más amplia, pero no menos
insólita. Historia decididamente genealógica en que el análisis semántico sólo
es el camino más seguro para desarmar la trampa de una transparencia inmediata,
de un conocimiento intuitivo que reconcilia a unos y otros alrededor de la
evidencia de que un mito es un mito.
Ahora bien, el análisis
semántico lleva a Detienne a un terreno resbaladizo: el mito se convierte en un
género inhallable, en un “significante disponible”. El mito pierde su
entidad como relato. Detienne habla de “ilusión mítica” para explicar el
sentido en que los intérpretes modernos de la mitología hablan del mito como
algo concreto, real y evidente. Por el contrario, piensa que el mito se
disuelve en múltiples formas que van desde el refrán y el proverbio hasta la
genealogía y la epopeya. “Los refranes - afirma Detienne - forman parte de los mitos
y el legislador los convoca en Las Leyes con ocasión de diferentes
reglamentos”. El mito se diluye en la mitología, concepto más amplio
que recoge en Platón todas las múltiples voces en que se expresa la tradición.
“La mitología, habitada por el mythos - sigue Detienne -, es un
territorio abierto en donde todo lo que se dice en los diferentes registros de
la palabra se encuentra a merced de la repetición que transmuta en memorable lo
que ha seleccionado”. A través de Platón, Detienne llega a una
identificación entre mitología y tradición.
A decir verdad, las conclusiones
de M. Detienne ya están esbozadas como hipótesis en el inicio de su libro: “Una
arqueología del “mito” invitaba a concluir que la mitología existe sin ninguna
duda al menos desde que Platón la inventa a su manera; pero sin que por ello
disponga de un territorio autónomo ni designe una forma de pensamiento
universal cuya esencia pura espera a su filósofo. Otras hipótesis son las de
que el “mito” es un género inhallable, tanto en Grecia como en otros sitios;
que la ciencia de los mitos de Cassirer y de Levi-Strauss es impotente para
definir su “objeto”, y ello por buenas razones”. Detienne condena el
mito, pues, a una especie de disolución y salva una cierta idea de la mitología
siguiendo el modelo elaborado por Platón. La mitología, tal como la “inventa”
Platón, se presenta como un espacio en el cual confluyen todas las producciones
memoriales de la tradición: proverbios, teogonías, fábulas, genealogías y
arqueologías. Detienne ve con claridad la relación existente entre mitología y
“arqueología”. El discurso sobre los tiempos antiguos iniciado por los logógrafos
se le antoja fundamental para entender la mitología y la tradición: “Y en esta
actividad logográfica, entrelazando el mythos y el logos, el
escribir y el contar, es donde se muestra con mayor nitidez la naturaleza
gráfica de lo que en época de Platón se llamará “mitología”. La
actividad de los logógrafos, a mitad de camino entre la oralidad y la
escritura, representa interpretar y reescribir la tradición. Yendo más lejos
todavía, quizá el gran acierto de Detienne sea incidir en la importancia que
posee el rumor, aquello que los griegos llaman pheme, como componente
fundamental de la tradición. Pheme es el elemento que debe conceder
unidad a los ciudadanos. De ahí el papel tan importante que juega este vocablo
en las Leyes de Platón. La repetición de un rumor conduce directamente
al establecimiento de un “mito”.
Leyendo las páginas de L'invention
de la mythologie se tiene la impresión de que Marcel Detienne ha tenido en
cuenta los estudios de E. A. Havelock, particularmente su Preface to Plato, pero mientras Havelock relaciona tradición y paideia,
Detienne habla de tradición y mitología, entiende
que el concepto de tradición es más amplio que el de paideia y así lo
hace ver: “La paideía, la cultura de la educación, aquella cuya
transmisión es consciente y voluntaria, es objeto de reglamentación en la República en
tanto que indispensable para los guardianes de la ciudad. Y sus normas, sus
saberes jerarquizados, su programa estricto, se refieren a un sistema escolar
experimentado”. En cambio, la tradición es más amplia que la casa del
pedagogo y acoge numerosas voces extrañas al libro y a la escritura: “La paideía
sólo está en los libros, y la mitología no está encerrada en un Homero del que
bastaría con borrar (exaleîphein) los versos censurados. Así como el
aire en torno, lo cultural se halla por doquier: en la canción de una anciana,
en la canción infantil, en los rumores que circulan. Y si la cultura, como la
tradición, se modela transmitiéndose por el oído y por la vista, los murmullos
de un anciano tienen tanta importancia como las genealogías de un Hesíodo”. La idea de Detienne es bastante clara: ampliar el campo de la tradición y
advertir nuevos elementos en la mitología tal como son concebidos en el Timeo
y en el Critias, y sobre todo en las Leyes. No olvidemos,
por lo demás, que las Leyes, tal
como afirman los ancianos, constituyen en sí mismas una vasta mitología. Si en la República la
mitología es estudiada desde el punto de vista de la rectitud moral, en las Leyes
la cuestión apunta hacia la comunidad de pensamiento, hacia la memoria común,
hacia el saber compartido. Detienne diluye la idea de “mito” en una concepción
más vasta de tradición y mitología.
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Empecé a entender de otra manera este asunto de la mitología a raíz de la lectura de El origen de la tragedia, donde Nietzsche da a entender, entre otras muchas cosas, que la constitución de la identidad es esencialmente mítica y precede a la figura del yo racional, tal y como la proclama Platón a partir de su lectura de los textos socráticos y parmenídeos. Me viene a la memoria el análisis estructuralista clásico, en especial el de Levi-Strauss, que al investigar el mito primitivo desde su propia economía fuera, evita la tentación de "infectar" el pensamiento salvaje con categorías que son propias del observador civilizado y que, por tanto, violentan y prostituyen la traducción de los significantes. Esa determinación a encontrar las claves internas de los significantes que constituyen el mito tiene valor reversible: ¿estamos seguros de que la verdad racionalizada que creemos habitar no está sustentada en mitologías como las que descubre por ejemplo Adorno en relación a Odiseo? La cantidad de caminos que abre esta convicción es infinita. "La verdad son ilusiones que se ha olvidado que lo son", dice Nietzsche en "Verdad y mentira en sentido extramoral". Estupendo artículo, Pedro.
ResponderEliminarQuerido David, la importancia de "El origen de la tragedia" se manifiesta en el tema de la concepción mítica y contribuyó a mejor comprender el mundo de los presocráticos que tanto le gustaba. Pero es también una obra maestra de la literatura occidental. El estructuralismo de Levy-Strauss influyó en la escuela de historiadores franceses: Detienne, Vidal-Naquet y Vernant. Gracias por tus sugerencias.
EliminarSalud. Notorius.