1. El artista
tiene la obligación de recrear la verdad o, dicho de otro modo, debe alcanzar
algún modo de verdad, siempre a partir de una especie de señal íntima que
traduce su encuentro con cierto aspecto de la realidad exterior. Los artistas,
explica el pintor Stephen Baxter en Historia de una obra maestra,
“reclaman como suyo lo que encuentran en cualquier parte”. Baxter,
precisamente, ha encontrado en la joven Marian Everett aquello que andaba
buscando: un tipo de expresión. Por eso acepta enseguida la propuesta de John
Lennox: pintar un cuadro de su prometida, la joven en cuestión. Baxter se
propone, en concreto, pintar una obra maestra, un retrato que muestre a Marian
Everett tal como es, algo que quizá pasa desapercibido en la vida cotidiana. Baxter
trata de sublimar la realidad, para plasmar una forma de verdad a través del
arte.
2. En las novelas de Henry James el pasado entra en acción para poner a los personajes en su sitio, desvelando comportamientos sutiles y actitudes ambiguas, que clarifican la situación o que, al menos, actúan como estímulo que ayuda a comprender la realidad, en definitiva. En Historia de una obra maestra (Ediciones Invisibles, 2024), una nouvelle de 1868, el pasado asoma a través de una historia de amor y desengaño que aconteció entre Marian Everett y Stephen Baxter. En Suiza, donde tiene lugar el encuentro amoroso, “la joven entregó su corazón a las montañas y los lagos, a las nieves perpetuas y los valles idílicos”, estaba preparada para el amor. Pero una vez abandona las montañas y llega a París, la joven coquetea con jóvenes ricos y su compromiso con Baxter se acaba. El pintor comprende que es una mujer “superficial y cruel”. El pasado, pues, delimita y condiciona la acción en el presente. El pasado molesta profundamente a Baxter, influye sobre la mirada que despliega sobre el cuadro que está pintando.
3. El retrato de Marian Everett, pintado por su antiguo prometido, Stephan Baxter, por encargo del aristócrata John Lennox, el nuevo prometido de la joven, actúa, en este sentido, también, como estímulo para tratar de comprender la realidad. El aristócrata se planta frente al cuadro recién terminado y lo contempla del mismo modo que se contempla una obra maestra. Algo reconcome su alma mientras observa con atención el retrato de su prometida: el pintor ha alcanzado la verdad a través del arte; en consecuencia, Lennox toma conciencia de cómo es realmente su prometida a través del cuadro. Eso, evidentemente, provoca dolor, celos, y todo lo demás, porque bajo la apariencia de una venganza personal del pintor, bajo el resentimiento y el desengaño, sale a flote el punto de vista del artista, ese punto de vista que no convence a Lennox y que abraza la verdad, posiblemente esa verdad que el propio Lennox no quiere reconocer y que el pintor ha sabido reproducir no sólo por su talento sino por su conocimiento íntimo de la joven. La toma de conciencia de la realidad, finalmente, provoca en el aristócrata una especie de “crisis moral e intelectual”. Es el impacto, en realidad, que provoca la contemplación de una obra maestra, cuando se alcanza un cierto grado de verdad. Lennox se justifica a sí mismo, no obstante, afirmando que la época del amor ya ha terminado y que su relación con Marian en el matrimonio será de otro tipo. Para poder sobrevivir a esa visión que ha tenido, Marian reflejada tal como es, en el cuadro, Lennox no tiene más remedio que destruir el lienzo. Es la única forma de seguir adelante, en su vida y en su matrimonio.
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