martes, 29 de octubre de 2013
Platónica 4
Los estudios sobre la naturaleza
oral de la cultura griega se han multiplicado a partir de la segunda mitad del
siglo XX. Ha sido un lugar común en la investigación la tendencia a identificar
la tradición con la experiencia poética y con lo que algunos denominan como
“mentalidad homérica”. La palabra mentalidad en concreto es fundamental
para entender todo el proceso. La tradición, viva expresión de la oralidad, se
convierte a la luz de algunos autores en una cuestión de mentalidad que se
expresa mediante el lenguaje. Al mismo tiempo, curiosamente, en esta época se
produce también un importante punto de inflexión en la interpretación
platónica. Dos temas se desarrollan con gran intensidad: la relación de Platón
con el carácter oral de la cultura griega, y la enseñanza platónica en el marco
de la Academia ,
al margen de la doctrina escrita en los diálogos.
La obra pionera en muchos
sentidos es Preface to Plato,
de E. A. Havelock (publicada en 1963 y felizmente traducida al
castellano con el título de Prefacio a
Platón, Visor, Madrid, 1994). El análisis de Havelock tiene como objetivo
demostrar que los resultados de la alfabetización en Grecia a partir del siglo
VIII a. C. son tan sólo parciales, y que la cultura griega sigue siendo
esencialmente de naturaleza oral hasta prácticamente la época de Platón. En
términos estrictos, trata de examinar el paso de una mentalidad primitiva (que
él denomina homérica) a la que él identifica como platónica. Havelock parte de
la idea siguiente: la mentalidad (a saber, los procesos mentales) se puede
analizar en el vocabulario, en la terminología. Hay que estudiar por tanto los
mecanismos del lenguaje. En este sentido, Havelock expresa un a priori bastante
significativo en el prólogo de su obra: “Cabe suponer que la idea no se posee
mientras no aparece la palabra a ella ajustada; y la palabra, para ajustarse,
ha de emplearse en un contexto adecuado”. A este tipo de planteamiento
lo denomina genético-histórico.
Ahora bien, ¿cómo explicar el
cambio de mentalidad, el paso de lo oral a lo escrito, de lo concreto a lo
abstracto que se produce en Grecia entre el último cuarto del siglo V y la
mitad del siglo IV a. C.? El punto de partida de la obra de Havelock es que la
revolución literaria, ya que así la denomina, tiene su “heraldo y profeta”, Platón, y que, siguiendo el testimonio de los oradores, se podría
demostrar que los griegos cultivados a mediados del siglo IV habían pasado a
formar una comunidad de lectores. En este sentido, la principal prueba que
Havelock encuentra de la importancia de la mentalidad homérica y de la
tradición oral todavía en época de Platón es precisamente el ataque que realiza
el filósofo griego contra la poesía en la República , ataque que, según Havelock, hay
que entender en su justa medida: la crítica de Platón contra la poesía parece
centrarse en aquello que la experiencia poética representa, es decir, una
cultura basada todavía en la memoria y en la preservación de la palabra de
forma oral. En palabras de Havelock, “lo que se está juzgando es la tradición
griega y su sistema educativo”.
El investigador británico se plantea la cuestión
en los siguientes términos: la episteme platónica se dispone a sustituir
a la doxa y a la mímesis. Estas dos palabras, doxa y mímesis,
son aquéllas que Platón ha encontrado en la tradición para definir la poesía y
la mentalidad primitiva griega. Precisamente esta mentalidad “homérica” o
“poética”, o “condición oral” de la mente, es la verdadera enemiga de Platón y
constituye el principal obstáculo al racionalismo científico. En esta
formidable lucha que el filósofo griego inicia contra los poetas, Havelock
observa, en definitiva, la emergencia y configuración de un nuevo tipo de
mentalidad, que identifica claramente con la revolución literaria y alfabética
que se estaba produciendo en Grecia. “Lo que nos interesa”, advierte Havelock,
“es la búsqueda platónica de una mentalidad y de un lenguaje no homéricos”. Desde este punto de vista el autor encuentra que hacia el último cuarto
del siglo V a. C se está produciendo un cambio en el sentido de las palabras,
que cataloga como un auténtico descubrimiento. Se trata de la actividad
del pensamiento puro, que da paso a un nuevo tipo de mentalidad. La República de
Platón se convierte de este modo, según Havelock, en el exponente claro del
choque entre una nueva mentalidad emergente y una mentalidad primitiva basada
en la tradición oral.
La importancia del libro de
Havelock radica en el hecho de que nos ayuda a comprender que la cultura griega
sigue siendo esencialmente oral todavía en época de Platón, o que, al menos, en
esos momentos se estaba planteando en el seno de la sociedad ateniense un
importante debate entre cultura escrita y cultura oral, del cual se hace eco la
obra platónica. Havelock nos presenta la tradición como un conjunto de normas y
costumbres, nomoi y ethe,
que se conservan gracias a la memoria viva. La tradición, la palabra preservada
de forma oral, se transmite gracias a un lenguaje poético, rítmico, que
conforma un “discurso” de sucesos plurales y visibles. También acierta Havelock
al señalar que en la mente de Platón la situación sintáctica siempre tiene
prioridad sobre la metafísica. Este planteamiento permite situar los conceptos
y las ideas en el plano lingüístico antes que en el metafísico.
No obstante, la obra pionera de
Havelock plantea dudas. El propio autor, con el paso del tiempo, en posteriores
trabajos ha matizado algunas cuestiones. El investigador británico, por
ejemplo, tiende a identificar poesía y tradición, quedando de este modo
reducida la tradición a Homero y los poetas, a una serie de normas y costumbres
que se conservan a través de la poesía. Havelock, pues, descubre el tema, pero
lo acota y lo encierra. Del mismo modo, la utilización del concepto enciclopedia
refiriéndose a la función didáctica de la poesía, y más concretamente a Homero
(“enciclopedia homérica” o “enciclopedia tribal”) resulta más bien
contradictorio pues es un término que hace referencia a una cultura escrita,
cuando Homero y los poetas son para Havelock la expresión de una cultura oral.
Es frecuente, por lo demás, que
Havelock hable en términos de revolución alfabética en época de Platón.
Quizá de forma no muy adecuada tiende a identificar la revolución conceptual
que representa la obra platónica con la revolución alfabética que tiene lugar
en Grecia. Havelock piensa que el lenguaje platónico es una muestra clara de la
revolución cultural griega que, rápidamente, identifica con la que él considera
“revolución literaria”. Tengo mis dudas sobre el hecho de que se pueda hablar
de una auténtica revolución. Más bien veo el proceso como un cambio
gradual de la cultura griega, un cambio tan sutil, que resulta casi
imperceptible. Es precisamente este hecho el que causa grandes problemas a los
investigadores al tratar el problema del carácter oral o escrito de la cultura
griega.
En su afán por relacionar la
revolución cultural y literaria griega con la obra platónica, E. Havelock llega
incluso a considerar que la denominada teoría de la Formas es una expresión
clara del carácter revolucionario platónico. Sus palabras no dejan lugar a
dudas: “Dentro de la historia del pensamiento griego, la nueva doctrina apuesta
por la interrupción de la continuidad: el suyo es un comportamiento
típicamente revolucionario. Quienes llevan a cabo las revoluciones son, en
su tiempo y para sus contemporáneos, profetas de lo nuevo, nunca reformadores
de lo antiguo”. He situado en cursiva precisamente los dos aspectos
fundamentales sobre los que incide el texto: la interrupción de la continuidad
y el comportamiento revolucionario. Havelock presenta a Platón como un profeta,
no como un reformador, pues la revolución conceptual que representa su obra
significa una ruptura de la tradición.
En
términos generales, Havelock habla de una oposición sistemática entre
mentalidad homérica y mentalidad platónica, entre poesía y filosofía, lo que
convierte a la poesía en la verdadera enemiga de Platón. Este enfoque presenta una
contradicción de fondo bastante clara: si la crítica de Platón contra la poesía
(crítica que bajo mi punto de vista no es tal como la presenta Havelock) es un
ataque a la mentalidad homérica, a una cultura basada en la memoria y en la
tradición oral, ¿qué sentido tiene la defensa de la memoria y de los
métodos orales que hace Platón en el Fedro y en otros pasajes de su
obra? La pregunta que uno se puede plantear, entonces, es cómo Platón puede
estar defendiendo la importancia de la memoria dentro de la cultura griega, y
al mismo tiempo realizar un ataque tan radical a la poesía, que representa la
cultura oral. La cuestión, como se advierte, no es tan clara como la presenta
Havelock, para quien “Platón parece apuntar a la destrucción de la poesía como
tal, excluyéndola en cuanto vehículo de comunicación”. Y es que el
autor británico tiende a situar a Platón, erróneamente, frente a la tradición,
y nos presenta la supuesta revolución general de la cultura griega como un
hecho “que hizo inevitable el platonismo”. Y añade: “Mantengamos, pues, la
vista fija en los 'filósofos' y en la 'filosofía' como bandera de la revolución
-aunque apresurándonos a traducirla por 'intelectualismo'-”. Si nos
fijamos con atención, Havelock habla del platonismo (me refiero aquí a Platón,
no al platonismo posterior) como una necesidad histórica inevitable, que
casi debe más a las circunstancias sociales o históricas, que a las propias
personales del autor. El investigador británico da la impresión de situar sus
propias concepciones sociológicas por encima de las del autor.
A
todo esto, esa consideración “intelectualista” del platonismo que nos ofrece
Havelock no es más que un a priori modernista. “Intelectualismo” es una
palabra que define inadecuadamente el platonismo. Del mismo modo se podría
hablar de tradicionalismo para definir la obra platónica. Ahora bien, la
forma en que intelectualismo y tradicionalismo se mezclan en los escritos
platónicos se le escapa a Havelock o, al menos, permanece fuera de sus intereses.
Además, las pruebas de dicho intelectualismo del que nos habla el autor
británico se remiten casi exclusivamente a ejemplos tomados de la República , como
si en dicha obra Platón nos diese una versión definitiva de sí mismo. Por otra
parte, Havelock es consciente en todo caso de que el cambio dentro de la
cultura griega, la sustitución de la memorización por el intelecto tiene lugar
“dentro de una minoría cultivada”. La pregunta, pues, que se impone
como consideración preliminar es hasta qué punto es lícito pensar que se
produce un cambio de mentalidad dentro del mundo griego si la cultura
escrita y la lectura se imponen tan sólo “dentro de una minoría”. ¿No se podría
decir siguiendo otro enfoque que en el siglo V y IV a. C se están agrandando
las distancias, al menos en la sociedad ateniense, entre cultura ilustrada y
cultura popular? Yendo más lejos, al hilo de estas consideraciones que suscita
el trabajo de Havelock, frente a aquellos autores que suelen oponer la
filosofía platónica a la poesía homérica y griega en general, la episteme
a la mímesis y la doxa, frente a aquellos autores que oponen la
mentalidad platónica a la mentalidad homérica imperante en Grecia, ¿no se
podría pensar que la supuesta mentalidad platónica es una continuación de la
mentalidad homérica, que no existe ruptura, que más bien existe continuidad?
¿Acaso la obra platónica no manifiesta claramente una preferencia del filósofo
por la palabra hablada y una importancia
de la memoria oral puesta a partir de ahora al servicio de la filosofía?
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