lunes, 31 de marzo de 2014
Autobiográfica 2
He de confesar,
porque así lo creo, que la mayoría de lectores pasan las páginas de los libros
con demasiada ligereza. La sucesión de historias que encandila a estos
despistados lectores obstaculiza una correcta comprensión del texto e impide
percibir los errores que contienen a menudo casi todos los escritos. Y no me
refiero exclusivamente a cuestiones tipográficas o a la estructura de las
frases o al estilo. La verdad es que casi todos los escritores -incluso los buenos-
han cometido errores de trazo grueso en alguno de sus libros. Es misterioso
comprobar cómo en muchas ocasiones los autores, a pesar de realizar múltiples
revisiones de sus obras, no logran ver aquello que está ahí, a la vista, oculto
para el obnubilado escritor, la equivocación que quedará registrada en el papel
para siempre, precisamente colocada ahí para que cuando el autor descubra el
error sufra una decepción que le acompañará largo tiempo, quizá toda una vida.
Sin ir más lejos, mi primera novela,
Bajo el arco en ruina, presenta
ciertas confusiones cronológicas que afortunadamente han pasado desapercibidas,
gracias esencialmente a que casi nadie ha leído el libro. Quiero pensar que mis
más entrañables amigos, grandes lectores, han paseado con indulgencia sus ojos
por el texto y no se han percatado de estos pequeños errores de la novela. Del
público no quiero hablar porque no ha sabido ni creo que sepa jamás de la
existencia de este libro. Concebido hace más de diez años, entre la escritura
de varios guiones y después de abandonar en un cajón la obra de teatro Beatriz Cenci –rechazada por múltiples
editoriales-, Bajo el arco en ruina pretende
ser un texto sobre la búsqueda de la identidad. Un editor que padece
neurastenia crónica encuentra un viejo manuscrito en una caja de cartón
arrumbada en el apartamento que ha alquilado en una calle céntrica de Murcia.
Curioseando en el manuscrito, el editor se adentra en el pasado recuperando su
memoria y su identidad. Abandoné pronto este texto, titulado provisionalmente Manía y escrito a mano en una vieja
libreta, por falta de ideas para continuar el relato. Fue por aquel entonces
cuando empecé a escribir un cuento, Nemuel
y Selina, la historia de dos personajes que gracias al azar se van
encontrando a lo largo de los años en diferentes ciudades. El relato estaba
lleno de sugerencias, de secretos velados, de cosas que nunca se decían de
forma completa. Era como crear un gran tapiz de lana o seda en donde el cuadro
pintado permanecía incompleto. La historia tenía múltiples referencias
cronológicas que situaban cada uno de los momentos de la narración y estaba
plagada de notas literarias, artísticas y bíblicas, colocadas estratégicamente
en cada uno de los capítulos. En una libreta
anoté que Nemuel y Selina era un
cuento acabado el 19 de agosto de 2003. No sé en qué momento de aquella época
se me ocurrió que este relato podía encajar con lo que ya llevaba escrito con
el título de Manía. El caso es que,
pensando que mi obra de teatro, Beatriz
Cenci, no iba a tener salida por ningún lado, pensé en esos días ya lejanos
que podía transformar la dramaturgia de la historia de Beatriz en una suerte de
cuento que narra un anciano, en una plaza toledana, a un historiador curioso,
ávido de relatos y leyendas. El historiador encontraba en Toledo, por azar, la
tumba de Selina. Una historia aparentemente aislada empezaba a enlazarse con
otra. El 2 de abril de 2004 es la fecha que tengo anotada al final del cuento,
que titulé Rumor. Debo pensar que fue
a partir de ese instante cuando retomé la primera historia, Manía, aquella que había dejado
inacabada y que se iba a convertir en el tercer y último relato integrado en Bajo el arco en ruina. El tono
melancólico y poético de las dos primeras historias contrastaba, sobre todo,
con las primeras páginas de Manía,
que tenían un carácter más cercano, realista e irónico. Quise burlarme de mí
mismo e introduje algunas cosas que había escrito en mi juventud, con apenas
dieciséis o diecisiete años. Siempre consideré que eran tan malas que los posibles
lectores acabarían dándose cuenta de que esos textos no eran de la misma época.
Eran simplemente material de derribo que volvía a emplear antes de ser devorado
por las llamas. Este material formaba parte de una colección de escritos de
época estudiantil, que había titulado Pensamientos,
en honor a Pascal, y que finalmente irían a parar en su mayoría a la basura.
Seguramente, al tratar de encajar las fechas y los personajes de las tres
historias que componen Bajo el arco en
ruina fue cuando cometí varios deslices. No me percaté de ello hasta meses
más tarde de la publicación del libro en 2007, en la editorial Nuevos Autores. A finales de ese año le
pedí a la dibujante Consuelo Pastor que hiciese una ilustración para la portada
del libro, pues había quedado con mi editora de entonces, Elisabeth Bordes, en
ampliar la primera edición (muy reducida en ejemplares). Al realizar la
revisión del manuscrito de esta nueva edición fue cuando me di cuenta de los
errores cronológicos, que no había captado ni siquiera la editora. Aquella
mañana en que descubrí los defectos de la novela sufrí un disgusto casi sin
precedentes. Me consumía pensando que esos deslices permanecerían en el libro
para siempre. Por supuesto, la edición revisada de Bajo el arco en ruina, publicada finalmente en 2008, carece de esos
defectos cronológicos porque me encargué de suprimir una serie de fechas.
Ahora, pasado el tiempo, con una perspectiva más amplia del asunto,
concedo menos importancia a estas jugarretas del destino. Seguramente porque me
da todo exactamente igual. No me importan los críticos, ni los historiadores,
ni el público. Tan sólo algunos lectores. No experimento ningún placer con la
venta de mis libros. Si acaso me alegro por mi sufrido editor. No aspiro a
realizar ninguna obra de arte porque no soy artista ni aspiro a serlo. Quizá
sea un solipsista. Experimento el placer de escribir y escribo lo que me la
gana. No tengo que rendir cuentas a nadie. Y el día que llegue el final de
todo, que llegará, recordaré que Bajo el
arco en ruina es una novela que gustaba a mi madre. Y con eso sobra. Cuando
mi querida madre agonizaba en el hospital de un cáncer en el año 2008, recuerdo
que nos visitó mi tía, que venía desde Francia. El encuentro entre las dos
hermanas fue emocionante. Se abrazaron y acto seguido mi madre le preguntó: ¿A
qué te ha gustado la novela? Mi tía respondió afirmativamente. Yo no pude
aguantar más en la habitación y me salí al pasillo. Las lágrimas y el dolor me
consumían.
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