jueves, 31 de julio de 2014
Historia griega
Nombrado “Regius
Professor” de griego en la universidad de Oxford en 1936 -heredando en esa gran
tradición a Gilber Murray-, amigo de poetas como Yeats o Elliot, y catalizador
de una nueva visión del mundo griego –que debía mucho a Jane Harrison y que
corría paralela a la que se desarrollaba en Cambridge, donde empezaron a
trabajar a partir de los años cincuenta Kirk y Finley-, el irlandés Eric
Robertson Dodds es conocido en España, en los círculos intelectuales, gracias a
un imponente libro titulado Los griegos y
lo irracional, que fue publicado por primera vez en la Revista de Occidente en
1960, y reeditado por Alianza Universidad en los años 80. Producto de unas
conferencias que Dodds impartió en la universidad de Berkeley en 1949, el libro
es publicado por la universidad de California en 1951. El ensayo, tal como
señala el autor en el prefacio, no es en sentido estricto ni una historia de la
religión griega ni un compendio de los sentimientos o ideas religiosas de los
griegos sino más bien el estudio de “una clase de experiencia por la que se
interesó poco el racionalismo del siglo XIX”. Influido por las
tendencias antropológicas de la época y la psicología social, Dodds nos ofrece
en Los griegos y lo irracional una
serie de sugerencias sobre el mundo mental de los griegos –que se alejan de la
visión “aseada” y convencional que nos mostraban los mitólogos del XIX-,
iluminando ciertos aspectos de la mentalidad primitiva de los griegos,
procedentes de la época arcaica y que todavía permanecían vigentes en época
clásica tal como testimonian las fuentes escritas, especialmente Platón.
Entre las sugerencias y aspectos que
pone de relieve Dodds en el ensayo se pueden citar la universalidad del
desenfreno (hybris) como el primero
de los males, la idea de culpabilidad heredada por los crímenes contra los
padres –cuestión relacionada con la creencia en la solidaridad de la familia,
la contaminación (miasma) y la
purificación ritual (katharsis)-, el
papel de lo demoníaco en la creencia popular de los griegos, la relación entre
el “demonio” (daimon) y el destino (moira) de cada persona, la función
protectora que ejerce el oráculo de Delfos en el mundo griego, la función
social del ritual dionisíaco, la tradición del “sueño divino” o khrematismós –que supone la aparición de
una divinidad o un antepasado en donde el sueño es considerado como un oráculo-
y la visión referida a las recompensas y los castigos después de la muerte
–relacionada en Esquilo con las tradicionales leyes no escritas-. El estudio de
todas estas experiencias típicas de la mentalidad religiosa del pueblo griego
parece desembocar, en el núcleo central del libro, en una idea que solidifica y
anuda todo el texto, a saber, el conflicto -y el distanciamiento- que se
produce en el siglo V a. C, en Atenas, entre cultura ilustrada minoritaria y
cultura popular. Dodds observa que en el siglo V había una amalgama de
creencias funcionando, pero no había una “opinión griega”. Tan sólo
existía “una masa de confusión” a la que Esquilo había tratado de dar un
sentido moral -un proyecto que luego retomará Platón-. Siguiendo a Gilber
Murray, el autor emplea el concepto de “conglomerado heredado” para referirse a
ese conjunto de creencias religiosas existente en Grecia, que, sin duda alguna,
contribuían a la cohesión social. Ahora bien, a lo largo del siglo V la brecha
entre las creencias del pueblo y las creencias de los intelectuales se había
ampliado por la difusión de lo que se ha dado en llamar la “ilustración
griega”. El resultado es una especie de reacción en la segunda mitad del siglo
V contra los intelectuales que se certifica en el decreto de Diopites de 432 o
430 y en los juicios por herejía contra Anaxágoras, Diágoras, Sócrates y
posiblemente Pitágoras y Eurípides. Y es que la tradición estaba fuertemente
arraigada en el pueblo ateniense, lo que puede explicar también el histerismo
religioso provocado por un hecho puntual como la mutilación de los Hermes en 415 a . C. Dodds habla en este
sentido, y para esta época, de un absoluto “divorcio entre las creencias de los
pocos y las creencias de los muchos”. Además, como consecuencia del
empuje de la “ilustración ateniense” –y de la guerra del Peloponeso- se produce
lo que Dodds denomina un “rebrote de la religión popular” que se
manifiesta en la difusión del culto a Esculapio, el culto a dioses extranjeros
y el renacimiento de la magia.
En este contexto conflictivo a nivel
moral, mental y religioso, la labor que afronta Platón en las Leyes según nuestro autor es la de
“estabilizar la situación por medio de una contrarreforma”. Así, las
últimas propuestas de Platón se corresponden, en palabras de Dodds, con “una
sociedad completamente cerrada, que había de gobernarse, no por la razón
iluminada, sino (bajo Dios) por la costumbre y la ley religiosa” , es
decir, por la tradición. La interpretación de Dodds –tan sugerente como
clarificadora- corre el riesgo de deslizarse por terrenos más ambiguos y menos
firmes cuando relaciona las ideas mágico-religiosas de Platón con un origen remoto
en la cultura chamanística nórdica o cuando identifica la fe platónica en la
razón –heredada del siglo V- con el yo oculto de la tradición chamanística.
Esta visión “panchamanista” se aprecia claramente en la cautela con la que
Dodds trata el tema del orfismo, presentando a Orfeo como una especie de
chamán, igual que Zalmoxis, Abaris, Epiménides, Pitágoras y Empédocles. En
todos ellos encuentra aspectos similares al chamán escita. Sin embargo, duda de
las afirmaciones más repetidas por los eruditos acerca del orfismo, y duda del
carácter órfico de algunos mitos escatológicos de Platón.
Considerado por Dodds “casi el
último intelectual griego que parece tener verdaderas raíces sociales”, por su enraizamiento en la polis, Platón no sólo trata de estabilizar el
conglomerado heredado sino que pretende “poner contrafuertes a la estructura
tradicional” y “descartar” todo lo que estuviera “podrido”, sustituyéndolo por
algo más “duradero”, de tal modo que en algunos puntos se ve obligado a “romper
con la tradición” y en otros aspectos admite el compromiso.
Enfatizando el culto al sol, quizá de procedencia oriental –y en todo caso un
elemento nuevo en la religión griega-, Platón propone finalmente en las Leyes un culto combinado de Apolo y del
dios-sol Helios. “Este culto asociado”, dice Dodds, “en lugar del culto de
Zeus, representado Apolo el tradicionalismo de las masas y Helios la nueva
religión natural de los filósofos, es el último y desesperado intento de Platón
por construir un puente entre los intelectuales y el pueblo, y salvar con ello
la unidad de la creencia griega y de la cultura griega” (p. 207). Platón
trabaja por la cohesión social, por la unidad de la polis, para evitar la stasis. Lo que vendría después con el
helenismo –un cambio notable- supondría -acaso- una progresiva decadencia de la
tradición.
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Esta reseña sobra Dodds evoca para mí la época en que cayeron en mis manos tanto la aquí referida Los Griegos y lo Irracional, como Paganos y Cristianos en una época de angustia. Es sugerente la idea de una brecha entre el mundo ilustrado y el mundo de lo popular. Sin duda es una interpretación más antropológica que las habituales evocaciones arcádicas del mundo griego. Parece que en el fondo podemos hay dos formas generales de acercarnos al mundo griego de manera efectiva (aunque más tarde maticemos): o bien mediante el camino de la ilustración y los logros del espíritu (con autores como Jaeger, Snell o Lesky donde no se plantea la existencia de la "brecha") o a través de una visión más intrahistórica, incluso primitivista como la que ofrece Dodds y otros autores como M. Detienne y sobre todo W. Burket, que reconoce la importancia de Dodds en su Religión Griega y en particular su interés por la noción de chamanismo. Gracias por la reseña.
ResponderEliminarEsta idea de Dodds a propósito de la brecha entre una minoría ilustrada y una mayoría anclada en la religión popular está en la base de mi libro "La tradición en Platón".
ResponderEliminarSaludos. Notorius.