1. Relato de un desconocido (Ediciones
Invisibles, 2021) es una nouvelle de Antón Chéjov publicada en 1893. Fiel
a su mirada noble sobre las cosas, humanista y crítica al mismo tiempo, Chéjov retrata,
con ironía y mordacidad, la abulia y la apatía del funcionariado ruso, y
traslada esta visión, sin enfatizar el asunto, a la totalidad de la sociedad
rusa, necesitada sin duda alguna de un cambio, de un aliento vital capaz de movilizar
a la población. En definitiva, lo que se muestra en Relato de un desconocido
es la esencia que define el alma rusa: la incapacidad para la acción. Es una
idea, una forma de vivir que se traslada a los personajes de la historia. Un
joven aristócrata, de nombre Stepan, decide trabajar como criado en casa de
Orlov, un alto funcionario del Estado. La razón principal por la que asume esta
situación queda oculta, pero se intuye desde el principio que el joven,
posiblemente un revolucionario, desea saber más sobre el padre de Orlov,
alguien que ocupa un importante cargo como hombre de Estado. Stepan nos cuenta
que está enfermo, que tiene tuberculosis y que no sabe exactamente qué es lo
que quiere en la vida. Es un soñador desplazado, acaso una imagen del propio
Chéjov. El propietario de la casa, Orlov, también parece atenazado por la
inacción, por la ociosidad. En su entorno, la vida se desarrolla con una monotonía
desesperante, sin sobresaltos. Todo parece controlado, hasta el más mínimo
detalle. De hecho, los amigos que acompañan a Orlov en las cenas de los jueves
contribuyen a describir el contexto anodino en el que se despliega la vida de
los funcionarios rusos. Son individuos indolentes, arribistas, que hacen gala
de una ironía desgarradora, burlándose de todas las cosas de este mundo: todos
niegan la práctica del bien, la existencia de la pureza moral. En realidad,
definiendo a estos individuos Chéjov define al propio Orlov. Todos parecen
hechos con el mismo molde. En este estado de cosas, donde todo adquiere un aire
de permanencia absoluta, las circunstancias cambian cuando la joven Zinaída
Fiódorovna abandona a su marido y se instala en la casa de su amante, Orlov. Un
ser frágil y soñador, enredado en un destino fatal, se sumerge en la vida del
indolente funcionario para alterar el orden de las cosas.
2. Chéjov relata en primera persona la historia que se cuenta en Relato de un desconocido: el criado observa atentamente cómo la vida fluye en la mansión de Orlov y recrea, hasta donde puede, lo que está ocurriendo a su alrededor. Es cierto que, a veces, determinadas situaciones quedan truncadas porque, tal como se dice en el teatro, el criado sale de escena. Es interesante, en este sentido, la forma en que se contempla la historia, siempre a través de la mirada de Stepan, que siente odio y vergüenza por los comentarios de Orlov y sus amigos, pero también experimenta una cierta compasión por la joven señora de la casa. Es evidente que Orlov es un hombre cultivado, más bien reservado, pero en su forma de vida juega un papel principal el engaño. De hecho, al llegar año nuevo, Orlov se inventa un viaje mientras, en realidad, sigue en la ciudad, con sus amigos. El engaño, pues, forma parte de la relación amorosa y también está en la esencia de la historia. ¿Cómo afrontar, entonces, el engaño que proporciona la realidad? Zinaída, como un personaje romántico de novela, se muestra totalmente entregada a las supuestas ideas que atesora su amante, incapaz de ver la realidad, sometida por entero a la ficción. El conflicto doméstico que, por supuesto, tiene lugar en casa de Orlov es, en cierta medida, una metáfora de dos mundos en colisión: la realidad y la ficción, pero también el engaño y la verdad. Las discusiones entre los amantes son frecuentes y los temas recurrentes: los males de la alta sociedad y las anomalías del matrimonio. Orlov, en realidad, se considera “un vástago podrido de esa misma sociedad podrida” de la que huye Zinaída. Ambos, por lo demás, están enredados en una situación que no parece tener solución. La historia entra en otra dimensión cuando ni Zinaída ni Stepan son capaces de aguantar la situación establecida en la mansión de Orlov. Acaso llega el momento de la verdad después de tanto engaño. Stepan siente una tristeza insoportable y, al mismo tiempo, una enormes ansias de vivir: “Tengo unas ganas terribles de vivir, de que nuestra vida sea sagrada, elevada y solemne como el firmamento”. Los sentimientos que experimenta hacia Zinaída, la emoción que siente en cada gesto de la joven dama, algo que no es amor pero que se le acerca, abren un camino a la esperanza, a una nueva vida, para alguien que, siendo consciente de su enfermedad, sabe -o intuye- que la felicidad personal sólo es posible en sueños. Por eso, agobiado y extenuado por la enfermedad y las circunstancias, Stepan decide abandonar su trabajo como criado en la casa de Orlov y escribe una carta de despedida, porque frente al engaño, frente a la sensación de ser un hombre fracasado que ha perdido la ilusión, que no siente el afán por la búsqueda del bien, debe aflorar la verdad.
3. Desvelado el engaño en el que, en realidad, están todos los personajes atrapados, de una forma u otra, Stepan se marcha con la joven Zinaída. Son dos personas desesperadas, irremediablemente perdidas. No parece haber solución, no parece haber felicidad en el horizonte, a pesar de los viajes. En Venecia, junto a Zinaída, aun estando enfermo, Stepan se siente embriagado de vida, conmovido, con una sensación de libertad plena, aunque sólo sea por un breve espacio de tiempo, porque pronto asoma la tristeza, la desazón. Hay, además, algo aciago que revolotea sobre el destino de Zinaída, una visión del pasado relacionada con la figura de su madrastra. Consumida por el dolor y el sufrimiento, incapaz de amar la vida, Zinaída camina desesperada hacia el final de su vida, hacia el suicidio. Es en ese justo momento cuando Stepan, un hombre de ideas pero sin capacidad para la acción, es capaz de ver con claridad cuál es su misión, quizá la misma misión que obsesionaba al propio Chéjov: “…Solo ahora mi cerebro y mi alma desgarrada”, afirma Stepan, “han comprendido que el destino del ser humano, si es que tiene alguno, está en una sola cosa: en amar abnegadamente al prójimo”. Pero el destino, implacable, se cumple para la pobre Zinaída, un destino que, como si se tratase de una profecía, Stepan ha imaginado en una noche fría de San Petersburgo. Este destino aciago se extiende al propio Stepan, que, irremisiblemente, está en el final de sus días, y por, si fuera poco, también parece afectar a la pequeña Sonia, la hija de Zinaída. Quizá, pues, este maravilloso relato de Chéjov tan sólo sea una metáfora del destino de una generación entera de “neurasténicos, amargados, renegados”, pero es evidente que hasta las almas más nobles quedan enredadas en este aciago e implacable destino.