El libro está lleno de digresiones que remiten a los temas de la novela y a las preocupaciones del autor: la historia de nuestro héroe encuentra paralelos en la vida de los ajedrecistas Spassky y Fischer, dos emboscados, dos desaparecidos (y también dos emigrantes); las películas que se mencionan en el texto (In the Mood for Love, Lost in Traslation, Mala sangre, Brokeback Mountain, Ficció, El amor en los tiempos del cólera) no son exclusivamente el resultado de una cinefilia concreta sino la expresión de una idea que deambula por toda la novela, a saber, la imposibilidad del amor; la imagen imborrable de Li Zhen observada, a través de las persianas que separan una habitación y un patio, por los ojos oscuros de un joven de Pekín, en medio de la noche, en medio de una tormenta, hacen referencia también a esa magia del amor que nunca llega; la pasión por el escritor M. Houellebecq, en especial su libro Las partículas elementales, nos transporta a otro tema latente en la novela, la dualidad, y no olvidemos que la historia de Intercanvi se cierra precisamente en un avión donde el protagonista se encuentra con un polaco que parece su doble y que lee el ya mencionado libro de Houellebecq; la presencia de E. Jünger en el hotel Raphaël durante la segunda guerra mundial, como oficial de la Wehrmacht, mientras observa la vida parisina y escribe unos diarios, está en la base, en el origen de Intercanvi; la historia del escritor M. Bulgakov, un posible emigrante que nunca pudo salir de la antigua Unión Soviética por razones políticas, es una forma de insistir sobre un tema redundante en la novela, la represión de los Estados y la falta de libertad; la descripción de la miseria del corredor de Les Halles y la historia del hospital de La Salpêtrière (tomada del libro de Foucault, Historia de la locura en la época clásica) permiten hacer un retrato de la pobreza y la marginalidad, obsesiones del escritor; las historias que cuenta el anciano Le Pélletier al protagonista nos hablan de la presencia de los soldados alemanes en París –en realidad emigrantes forzosos-, de la deleznable actuación del gobierno de Pétain contra los judíos y de la situación incómoda de los emigrantes argelinos en París durante los años cincuenta y sesenta, historias que en su conjunto confluyen en la vida de Maurice Papon, responsable de las cuestiones judías en el gobierno de Vichy y prefecto de policía encargado de reprimir las manifestaciones de los emigrantes argelinos; las vicisitudes de Pere Espadilla, comerciante textil que vende camisetas con caligrafía oriental impresa y que tiene un importante mercado en China, nos remiten directamente a la historia que imagina el protagonista de la novela y nos devuelven al tema de la dualidad (no es causalidad que la cinefilia del autor nos deje la siguiente pista: la mención de La doble vida de Verónica); el viaje que emprende nuestro héroe a Berlín invita a comparar los trenes franceses y españoles, lo viejo y lo nuevo, pero, sobre todo, da pie a una reflexión sobre el odio a lo antiguo y lo viejo en nuestro país, sean trenes, casas, libros o cines; la visión de un cuadro de Friedrich, El monje frente al mar, es una invitación a la soledad y la melancolía (en el mismo sentido funcionan las referencias a Sisley, Munch o Turner, que no son únicamente fruto de un determinado gusto estético) que impregnan en definitiva toda la historia de Intercanvi. Ante este cúmulo inagotable de pequeñas historias que pululan por la novela –pensemos que el viaje a Berlín funciona como una amplia digresión ¡que ocupa un tercio de la novela¡- da la impresión de que J. M. Sanchis encuentra cualquier excusa para abandonar el argumento central, para desviarse de la narración principal que parece no interesarle demasiado y que queda en cierta medida inconclusa.
Todos –o casi todos- los personajes de la novela, sean reales o de ficción, sea Boris Spassky o Li Zhen, están marcados por el exilio forzoso y el problema de la identidad. No es casualidad, pues, que el problema de la lengua esté también en el punto de mira de la novela. La dialéctica entre el valenciano y el catalán, entre el castellano y el catalán, y la degeneración del lenguaje son algunos aspectos tratados en la novela, a veces de forma seria, a veces de forma irónica, como cuando dos españoles se encuentran en el metro y charlan a propósito de sus experiencias parisinas de esta guisa: “Para mí yo creo que es mejor que el Louvre, que también es una pasada, pero que es tan grande que te pierdes y ya no sabes qué es esto y qué es lo otro. Ya, cuando nosotros también, con la Mona Lisa, todos los japoneses haciendo fotos y el guardia ahí dale que te pego: please, no photos, no photos...”. También está recorrido el libro por metáforas y comparaciones siempre relacionadas con las tribulaciones del paseante parisino de Intercanvi y con las intenciones de la novela: así, por ejemplo, el retorno del pasado después de un período prolongado de olvido se expresa mediante la imagen del lecho de un río vacío que de repente se llena de forma inesperada por las lluvias torrenciales (“Així com els vells llits de riu dessecats per la misèria d’unes pluges que no arriben són de nou omplerts pels inesperats diluvis, els oblits, capses antigues on roman encara la flaire dels afectes, poden tornar de les golfes on estaven abandonats al menjador on fem la vida”).
Es importante detenerse ahora un momento en un pasaje que, hacia la mitad de la novela, nos puede ayudar a comprender mejor las intenciones del escritor: Ariane, la hija de Li Zhen, camina por las calles de Changsha y la visión del río Xiang le recuerda un paisaje de Turner, Rain, steam and speed. La comparación de los dos espacios impulsa al narrador a escribir la siguiente reflexión: “De vegades, els paisatges sobre la terra es repeteixen come els rostres dels humans que l’habiten, és com un aire de família que emparenta dos llocs separats per milions de cares distintes, com si l’etern retorn d’allò igual jugara a mostrar-se ací i allà i prescindira del temps i de l’espai, simplement tornara a aparéixer davant dels ulls humans disposats a constatar, una vegada més, que hi ha en l’ambient algun fil feble que uneix les parts distants i fa posible els intercanvis”. Intercambio de paisajes, de rostros, de identidades. ¿Acaso no estamos ante el tema principal de la novela?
Para finalizar una historia. Como el protagonista se deja llevar en múltiples ocasiones por determinadas ensoñaciones recordaré la más hermosa de ellas. Al salir de París en dirección a Berlín, desde la ventanilla del tren nuestro héroe se abandona a la contemplación del cementerio de Saint-Ouen: “El tren va passar fregant la tàpia del cementeri de Saint-Ouen, des del moviment cadenciós dels vagons les tombes provocaven un estrany joc de perspectives, les primeres creus passaven molt de pressa i desapareixien de seguida mentre les últimes romanien uns instants en silenci, aferrades a la possibilitat inútil de restar fixes en la finestra de doble vidre que separava ara els vius dels morts”. Las primeras cruces del cementerio pasan deprisa delante de nuestra retina, las últimas permanecen en silencio, tratando de quedarse fijas en nuestra memoria. La sensación que ofrece este estimulante libro, Intercanvi, es muy semejante. Fluye como una melodía cadenciosa, tratando de escaparse, pero luego se resiste a abandonarnos.
Hola, Pedro, todavía no tengo "Beatriz Cenci, una historia romana". Intento conseguirla en breve para ponerla en mis estantes junto a Bajo el arco en ruinas, sobre la que todavía no hemos hablado. No tengo mucho que decir sobre la obra que comentas, aunque debes ser uno de los pocos vecinos de Murcia que lee en catalán. Y la obra parece francamente interesante, me ha recordado cuando pasé una tarde entera en los Jardines de Luxemburgo.
ResponderEliminarCambio de tema, aunque no sé si eres aficionado a las jugarretas del destino, que, como dijo creo que Joaquín Sabina, "es un maricón". Resulta que cada vez que busco tu web me encuentro primero con la de un homónimo tuyo que al parecer, aunque te resulte increíble, es más famoso que tú. El tipo por lo visto es especialista en psicofonías y sospecho que domina temas de ese ámbito como los ovnis, el espiritismo y las abducciones. (Por si no lo sabes -que los de Historia no sabéis más que de césares y faraones- una abducción es cuando los dos marcianos babosos de Los Simpson te agarran, te sodomizan y luego te devuelven a la Tierra sin que te acuerdes de nada pero con cierto dolor de culo).
Ahora viene mi coincidencia misteriosa. El otro día me escribió un señor que -pese a no ser su nombre muy corriente- coincidía exactamente con el del actual director de programación de Radio Nacional de España. Se mostraba interesado por contactar conmigo por el interés que "mi obra" le suscitaba. Como te puedes imaginar, yo ya me veía haciendo un programazo de radio en Madrid y alquilando piso junto al Museo del Prado (juro que pensaba traerte de invitado el segundo o tercer mes del programa al que ya pensaba denominar "Noches del Majovics con el Gabi") cuando el tipo me escribió ya más en serio y supe que no era el susodicho, sino un homónimo interesadísimo en temas de hermetismo y masonería. Y ahora viene lo mejor, y esto ya parece "Perdidos", el tío fue a parar a mi blog porque en los fondos de La casa del libro figura La juventud domesticada como escrita por el mismo David Montesinos que tiene publicada cierta obra sobre la historia de la masonería.
Te juro que es todo verídico. Ando algo mosca por si ahora me entero que mi padre no es mi padre y soy hermano de Jesús Mariñas.
No he leído aún Intercanvi. Lo leeré. Aunque la velocidad a la que se acumulan los libros que esperan ser leídos recuerda lo que Séneca dice a Lucilio: "Si no puedes leer todos los libros que tienes, deberías por lo menos intentar tener sólo los que hayas leído". Aunque no he leído aún el libro hay algo interesante y muy sugerente en el planteamiento de la historia de Intercanvi y esto es la presencia de un emboscado, pero de un emboscado en plena sociedad, en París, intentando hacerse invisible. Al leer La Emboscadura resulta evidente que ni el bosque ni el desierto que se nombran en el famoso ensayo jüngeriano tienen que ser necesariamente reales, hay que entenderlos en un sentido simbólico más amplio.Entre otras muchas cosas son el último refugio de la personalidad libre. La fiera perseguida también se refugia en lo más escondido del bosque. Pero de hecho, puede hablarse sin problemas de una emboscadura "inter homines". En Eumeswil el protagonista es literalmente un emboscado, que cumple con su cometido diario sin delatar sus pensamientos, y que períodicamente se marcha al bosque, a vivir en solitario y de lo que pueda cazar durante unos días. En Los Acantilados de Mármol hay personajes que también recuerdan al emboscado, parecen seres derrotados en guerras pasadas, cuando la lucha era algo noble, épico, ahora se refugian en su bosque particular, su fuerza ya no es perceptible, pero no ha muerto. Está latente. El bosque, la emboscadura, el emboscado, todo ello parece inseparable del problema del nihilismo y de la busca de la identidad. El emboscado jüngeriano desea volver a la sociedad, tocado por el bosque, por las fuerzas primordiales que aún viven en él, se hace fuerte, se hace poderoso y capaz de ejercer el mando, cuanto menos sobre sí mismo. También Zaratustra fue un emboscado hasta cumplir los treinta años, cuando decide volver al mundo de los hombres, porque incluso el sol necesita de aquellos a quienes ilumina.
ResponderEliminarPero, ¿qué ocurre cuando el emboscado no desea volver? La descripción de un hombre que se mete en la identidad de otro, como si fuera un juego, y que desea pasear entre sus semejantes como si fuera por medio de un desierto helado, me recuerda a la novela de Ch. Ransmayr Los Horrores del Hielo y la Oscuridad, donde un auténtico emboscado, un hombre de los años ochenta del siglo XX llamado Mazzini, sin identidad propia, emprende la búsqueda histórica de una trágica expedición austrohúngara al ártico que sufrió lo horrores de la noche polar y el pánico provocado por unos paisajes muertos que recuerdan al infierno congelado de Dante. Progresivamente se transforma en uno más de esa expedición hasta que él mismo desaparece en las regiones heladas del Ártico. Lo interesante de esta novela es también que el testimonio real de los expedicionarios (conservado en cartas y diarios) se integra en la novela, literatura epistolar y de memorias con la literatura de novela, una literatura en constante diálogo, algo así como una metaliteratura. Pero da la impresión de que Mazzini no quiere volver, sino formar parte de lo glaciares eternos. En otra novela de Ransmayr, El Ultimo Mundo, encontramos un experimento similar, aunque mucho más brillante. Un narrador desaparece buscando a Ovidio en los confines del mundo, en Tomi, donde se encuentra desterrado. Quien le busca, sólo encuentra ecos de su existencia, se ha integrado en el paisaje, se ha hundido en él, como ocurre con los protagonistas de sus Metamorfosis. De nuevo literatura de la literatura. De nuevo el emboscado se une al bosque, desaparece en él. Supongo que es un triunfo del nihilismo, un fracaso en la busca de la propia identidad. No sé si Jünger lo hubiera consentido. Un "protoemboscado" como Thoreau tampoco lo hubiera consentido, el bosque era todavía la sede de fuerzas primordiales que garantizan la regeneración. Con Ransmayr, que es un escritor joven de no más de sesenta años, la emboscadura es una huída a un refugio que ha de ser tambien nuestra tumba.
Gracias, Pedro, por una reseña tan completa y sensible como la que has hecho de Intercanvi; reconoces en ella todos los aspectos que vale la pena destacar de la novela, que son muchos. A quienes aún no la habéis leído, os animo a hacerlo, os gustará.
ResponderEliminarSusana Pastor
Hola Pedro, ante todo muchas gracias por la precisa (y hermosa) reseña que dedicas a "Intercanvi". Tu lectura ha sido jugosa y desde luego no se te han escapado los temas principales de la novela que describes con exactitud. La reverberación de los personajes emigrados, ya fuera en la linea narrativa principal o en la ficción que inventa el personaje, eran para mi una cuestión clave. De ahí que también las referencias cinematográficas, literarias o históricas vuelvan a enfrentar al lector una y otra vez con la imposición de un desgarramiento, que por otra parte no siempre ha de ser vivido de forma dramática. El eterno retorno de los paisajes y los tipos humanos, aquí y allá, ha de situarnos en la posibilidad de asumir cierta repetición en nuestras vidas, es decir, que "lo nuestro" sea ya una redefinición de lo que otros vivieron (o de lo que otros huyeron). Por todo eso me interesan las repeticiones, las semejanzas, lo que nos recuerda a algo. Y sin que ese eterno retorno sea la señal de una metafísica concreta, de un destino determinado.
ResponderEliminarLeo el comentario de Vegecio a propósito de la emboscadura y he de señalar que mi personaje es un emboscado mucho más liviano que lo fuera Jünger (o sus personajes). Por supuesto me interesa la visión del centenario señor Jünger y el punto de vista desde el que mira la Historia, pero en "Intercanvi" no se alcanzan ni con mucho esas cotas de profundidad. Sus personajes responden a fuerzas ocultas que los hacen estar tensos ante la realidad, en el sentido de preparados para todo, conscientes de que en cualquier momento se los traga la tierra. En "Intercanvi" el personaje es un abandonado de si mismo que se deja habitar por la ciudad, que se deja llevar, pero sin la consciencia especial de nada, un tanto torpemente, desmanotadamente. Con la imaginación intenta suplir sus carencias. Y por supuesto su devenir es cercano al nihilismo, pero todavía con la falsa ilusión de poder asirse a los salientes que ofrezca la belleza.
Gracias a Susana por su apoyo y enhorabuena a ti por este blog y por tus actividades. Espero verte pronto (de momento todavía estoy en Chile).
A Daniel Rojas.
ResponderEliminarLo que dices me ha interesado bastante. Espero leer Intercanvi este mes.
Hola Pedro!
ResponderEliminarNo sé si te acuerdas de mí. Soy Carles Esquembre. Fui alumno tuyo en Pinoso. Al contrario de lo que en principio puedas creer, tengo muy buen recuerdo de tus clases de historia. Y también recuerdo que teníamos de vez en cuando interesantes conversaciones sobre cine y música (nunca olvidaré cuando me dijiste que viste a los Pink Floyd en el 88 qué envidia!!) pero claro, yo era un crio por aquel entonces. Es lo mismo que le digo siempre a David Montesinos: ojalá hubiera sabido apreciar más vuestra presencia cuando iba al instituto.
Por cierto que lo que te comenta David sobre el tipo de las psicofonías ya te lo decía yo en el instituto. ¿te acuerdas? Te decía: "hey Pedro, te llamas igual que Pedro Amorós el presidente de la sociedad española de parapsicología!!" que además da la casualidad que el tipo visita bastante Pinoso para realizar algunas de sus investigaciones. Jaja qué fuerte que también le haya pasado algo así a David con su libro.
Joder veo que andas totalmente metido en el mundo de la literatura!!. Sabía que eras un cinéfilo consumado pero desconocía que también escribías. Preguntaré a ver si puedo leer algo tuyo.
En fin, me alegro mucho de encontrarte por aquí y te pido disculpas por si alguna vez fui un alumno molesto y torpe.
Saludos!
Estoy completamente de acuerdo con Susana. La reseña que has hecho de Intercanvi es muy acertada y diría que a duras penas se queda corta, pues la verdad es que leer la novela fue un placer. Es una lástima que sea tan breve, aunque si bien es cierto que la lectura tan solo llegó a acompañarme un par de noches, las historias todavía siguen aquí, proporcionándome de tanto en tanto algún 'flash' que otro.
ResponderEliminarBueno, permaneceré a la espera de la próxima novela.
Un saludo y enhorabuena por el blog.
LA NOVELA VERTICAL ( I )
ResponderEliminarHay algo en el comentario de Daniel Rojas –al que confundo con su heterónimo Josep Martinez- que me ha llamado la atención. Habla de la importancia que concede a la “reverberación”; también hace hincapié en las “repeticiones, semejanzas”. Automáticamente, asocio estos términos con otros de carácter sonoro, musical. Pienso en la palabra “resonancia”, o mejor aún: “armonía”. Escarbo en wikipedia. “Armonía” significa equilibrio en las proporciones entre las distintas partes de un todo, y en general connota belleza. En música, la armonía es la disciplina que estudia la percepción del sonido en forma “vertical” o simultánea. La novela de Josep Martinez es una novela vertical.
Mientras la armonía se refiere al aspecto “vertical” ( simultáneo en el tiempo ) de la música, la melodía, que es la sucesión de notas en el tiempo, es el aspecto “horizontal”. Esta metáfora puede servir por ejemplo para que los críticos de jazz puedan contrastar el estilo de saxofón de Lester Young –músico horizontal, melódico- con el armónico, “vertical”, de Coleman Hawkins, o comparar dos actitudes contrapuestas y la vez complementarias: la torrencialidad armónica de John Coltrane –de él se decía que emitía “sábanas de sonido”- con la fluidez melódica de Miles Davis, en el quinteto de éste último de los años cincuenta.
Trasladándonos al terreno visual, al mirar un cuadro lo que vemos son sus “lineas melódicas”, la sucesión de notas de color que componen el tema. Cuando visitamos un edificio –cuando lo vivimos- seguimos la secuencia de espacios que ideó el arquitecto; esa temporalidad nos remite también a la melodía. La armonía, en cambio, corre a cargo de algo más sutil, la proporción entre cada una de las partes, una matemática subterránea que pone en correspondencia dichas partes y que, como una tramoya, sostiene el tinglado formal. He aquí pues una consideración interesante: por muy fundamental que sea como recurso, la armonía no suele ser distinguible a simple vista.
En el terreno narrativo parece natural asociar melodía con lo que habitualmente entendemos por “historia” o “argumento”. La armonía proporcionaría, como dice Daniel Rojas, las “reverberaciones” de los personajes o de los distintos elementos narrativos. Desde este punto de vista, el encabezamiento de este comentario parece redundante: el género novelístico, por su extensión, parece más proclive a la experimentación armónica, a la simultaneidad, a las repeticiones, mientras que otros géneros como el cuento, por su brevedad, parecen abocados a la linealidad melódica de la historia clásica, con su sucesión de peripecias argumentales. Siguiendo la metáfora, no sería difícil jugar a encasillar a diversos autores según su inclinación: Stevenson, Wells o Verne sin duda militarian en el bando de los “melódicos”, de los inventores de historias; Joyce, Faulkner o Kundera estarían en el de los escritores experimentales, ”verticales”, como nuestro querido Josep Martinez.
LA NOVELA VERTICAL ( II )
ResponderEliminarYa se ha hablado –Pedro Amorós lo ha desmenuzado con precisión- de las numerosas duplicidades que pueblan la novela Intercanvi, de la omnipresencia temática de la figura del exiliado. Cabría añadir una situación que aclara de forma significativa los recursos compositivos del autor. Se trata del encuentro, en el último tramo de la novela, del protagonista con un antiguo compañero de estudios. El narrador se deja convencer para acompañar a su amigo, que ha de realizar un viaje de trabajo a Alemania. Durante el trayecto en tren, el narrador cuenta al amigo la historia que acaba de inventar sobre esa mujer francesa de origen chino que vuelve a su ciudad natal para despedirse del amor de su infancia, recientemente fallecido. He aquí dos historias que transcurren paralelas como trenes, “resonando”: Li Zhen reencontrándose con su pasado, Zhou Zhijiang, Daniel Rojas tropezando con el suyo –menos dramático, eso sí- , su compañero de estudios Pere Espadilla. Ambos en forma fortuita. Ambos emprendiendo un largo viaje de vuelta.
El final, coherente con el estilo global, no se cierra en absoluto a la manera clásica, sino que por el contrario parece abrirse aún más en un abanico de historias superpuestas, como si tratase de variaciones musicales sobre un mismo tema –recordemos lo comentado sobre las “sabanas” o capas de sonido de John Coltrane-; así, las pequeñas historias se suceden con profusión: el protagonista vuelve a encontrarse con la chica de la camiseta que inspiró la historia china, la camiseta, a través de su marca, nos devuelve a Pere Espadilla, quien contó al protagonista un suceso similar a la historia inventada por éste, y así sucesivamente. Las historias se convierten en hilos, y el entrecruzamiento de dichos hilos forma un tejido, un tejido en el que se atisba levemente un mensaje que, como le ocurre al personaje de esta novela, quizá nunca seamos capaces de descifrar por completo.
Leo con interés los comentarios que se han escrito sobre la estupenda novela de mi amigo J. M. Sanchis y agradezco de verdad todas las aportaciones. Querido David, desde hace tiempo llevo como una carga la confusión de identidades con el otro Pedro Amorós, el parapsicólogo. De hecho, David, llevamos caminos paralelos pues en "La Casa del libro" se venden conjuntamente mis libros con la "Guía misteriosa de España" del parapsicólogo. La obsesión de Vegecio y J. M. Sanchis por los emboscados ya me es conocida, pero estoy de acuerdo en que el emboscado Daniel Rojas tiene un perfil diferente a nuestro admirado Jünger. Doy gracias a Susana Pastor y a Judy Macpherson por el apoyo a "Intercanvi". Bien lo merece. A mi antiguo alumno Carles Esquembre le invito a leer mis libros y a seguir participando en este blog literario y cinematográfico. En cuanto a "No soy Stiller" me deja algo atónito su comentario de "Intercanvi" y su dominio musical. Nunca habría pensado que "Intercanvi" pudiera ser una "novela vertical". Es cierto que la armonía tiene que ver con la repetición. En la épica clásica la armonía se conseguía mediante la repetición de esquemas, palabras, versos. En el cine, mediante la repetición de planos y gestos en diferentes momentos de la película (véase el talento poético de Ford). Añadiría que el viaje a Berlín es una excusa de Josep para contar algunas buenas historias sobre Berlín, una ciudad que conoce bastante bien, porque, en realidad, la historia que cuenta el protagonista a Pere Espadilla se podría haber desarrollado en cualquier espacio de París. Saludos. Notorius.
ResponderEliminarGracias a Pedro Amorós por la reseña tan estupenda de este libro tan maravilloso que nos ha regalado Josep.
ResponderEliminarMe ha encantado el trabajo de nuestro amigo. Pocas veces tiene uno la suerte de leer a un amigo y para mí es de lo más grato del mundo ya que es más fácil interpretar lo que se lee, aunque la intención del arte muchas veces no es recoger lo que el autor pretende ofrecer, sino lo que el público quiere recoger.
A mi juicio lo más importante del libro es lo que yo llamo “el sentimiento panteísta de amor”: todas las caras, todas las historias, todos los paisajes, son dignos de nuestro amor porque hay un elemento que nos une indisolublemente, que nos hace cómplices, camaradas, hermanos y no es más que la misma naturaleza, la condición del ser. “Corremos el peligro” de pensar cosas semejantes y de vivir cosas semejantes aquí en España y allá en la China, porque en el fondo y sobretodo somos seres humanos y estamos compuestos de los mismos elementos. Es ese sentimiento de unidad universal lo que hace de nuestro querido personaje un ser solidario, de un corazón grande.
La presencia de Deseando amar en esta historia es para mí una manera de sublimar la realidad, que es siempre superada por la ficción, al menos en el plano estético. Con el recuerdo de los bellos fotogramas de la película Josep nos ilustra su historia, ambientándola, alimentando así, como ocurre con las referencias musicales, todos los posibles de nuestros sentidos. Por otra parte pienso que el amor para Daniel Rojas es una palabra inconmensurable y que por tanto no tiene por qué ser visto como algo con un posible fin trágico.
La necesidad de ser un “emboscado” es otra de las cuestiones que me han hecho sentirme “hermana” de Josep, hermana gemela, si cabe. El deseo de huir de lo impuesto, de los condicionantes sociales, y más allá de ello: huir de uno mismo, de la limitación que nos impone nuestra propia identidad. Es el sueño húmedo del ser humano: es vivir varias vidas, para economizar el tiempo que tenemos, para conocer y ser libre. La necesidad de la soledad, palabra representada tan solemne y delicadamente en el cuadro de Caspar David Friedrich, Monje a la orilla del mar, tan estupendamente descrito por otro lado, y el miedo a “lo sublime”- por incontrolable- de la naturaleza que representa el mismo lienzo.
Me ha parecido muy original el símil del libro- los libros en general- con las texturas musicales, pero no alcanzo quizás a interpretarlo como “No soy Stiller”. Mi propia versión es que todo libro que se precie tiene textura horizontal y vertical. Quizás no he entendido bien la intención del autor de la teoría pero insisto en que yo también creo que los libros tienen textura (al igual que la música, los tejidos, etc.).
Espero que Josep siga haciéndonos felices con más libros, relatos cortos, ensayos y todo género de escritos que para mí en esencia son un canto al hedonismo y un regalo para los que le queremos. Muchas gracias por el libro Josep y más gracias aun por tu existencia.
¡¡¡¡¡Viva la emboscadura!!!!!
ResponderEliminar¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡viva la emboscadura!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarPor fin he podido leer algunas páginas de Intercanvi. Un libro estupendo, como suponía al leer la recensión de Pedro; veo que plantea problemas candentes que son el signo de nuestro tiempo, como la cuestión del nihilismo, la trivialización de la cultura, la pérdida del sentido, al margen de la presencia jüngeriana. Es una novela que se puede leer como si fuera un ensayo. Por cierto, perdón si no existe relación alguna, pero todo esto me recuerda algo: este fin de semana el NZZ publica una entrevista con Dubravka Ugresic, donde afloran estos temas, quizá de manera más dramática y menos amable a juzgar por la propia biografía de la autora, que es una auténtica "emboscada" (exiliada a la fuerza, autora en una lengua minoritaria, rechazada en su país), para quien los caracteres cirílicos bien podrían jugar el papel de los signos chinos y que también describe el descenso, difusión (y degradación/trivialización) de la cultura en la pirámide social, así como su mercantilización y continua transformación en el mundo global.
ResponderEliminar¡¡Viva la emboscadura!!
ResponderEliminar¡¡Viva!!
xD
"....una nación entera entrando en la emboscadura hará temblar los fundamentos de la civilización..." Ernst Jünger parece que prefiere a los emboscados un poco más decididos y dispuestos a la acción. ¿Hombres de acción weberianos?
ResponderEliminarViva la emboscadura, radical o moderada. Viva.
Notorius, me gusta como escribes. Maldito, tú, di algo más. Vegecio, ¿con qué emboscado estás? ¿de los duros o de los blandos? No se ve si vienes o vas.
ResponderEliminarvoy y vengo. Saludos a todos los anónimos.
ResponderEliminarHola, Pedro (y demás lectores). Como Susana me sugirió que me diera una vuelta por tu blog, aquí estoy. Y me encuentro con tu crítica de "Intercanvi", preciosa, profunda y atinada. hace ya tiempo que leí el libro y fue un precioso regalo que sentí que el autor me hacía (¡qué presunción por mi parte!), por tanto compartido...
ResponderEliminarSolo quiero dejar mi mensaje, dando mil gracias: a tí, por haber escrito un artículo tan entrañable sobre una obra tan entrañable; a Susana, por haberme invitado a pasar por aquí; y, por supuesto, a Josep, por el libro, por su dedicatoria (nunca te la agradecí personalmente), por mucho, por todo y por más.
Solo difiero en una cosa de la que dices tú, Pedro, en el artículo y que se insinua en el libro: "El tiempo todo lo engulle". No lo creo: al menos, no la amistad, aunque pase el tiempo y el silencio. A buen entendedor...
Un abrazo.
Celebro, Marta, tu presencia en este recodo literario. Y espero que sigas dándote una vuelta por aquí (sin marearte demasiado). Celebro también tu atinada observación, porque, efectivamente, la frase que dejo caer en el comentario es discutible, aunque esté referida a las circunstancias del texto y de la historia. La amistad, la "philía" que decían los griegos, es uno de nuestros bienes más preciados.
ResponderEliminarSaludos. Notorius.