jueves, 29 de noviembre de 2012

Noam Chomsky

Ediciones Irreverentes acaba de publicar en primicia mundial el último libro de Noam Chomsky, Ilusionistas. Ni que decir tiene que nos encontramos ante un acontecimiento social y literario de primera magnitud. Ilusionistas es el resultado de cuatro conferencias ofrecidas por Chomsky en Estados Unidos. La obra recoge -tal como señala en el prólogo Jorge Majfud, traductor del libro- las preocupaciones del autor en los últimos años, inquietudes no muy diferentes de las que Chomsky lleva planteando desde los años cincuenta del siglo pasado. 
            Hay en Chomsky un evidente interés por mostrar las falacias del imperialismo estadounidense. El autor califica de guerra terrorista el ataque americano a Libia en 1986 y el apoyo a la contra nicaragüense. Del mismo modo, los asesinatos de jesuitas en El Salvador a finales de los años ochenta por parte de una fuerza militar estadounidense responden a la política del Emperador, que consideraba la doctrina de la Teología de la libración como una herejía. Chomsky remonta al mandato del presidente Wilson la política norteamericana de “legítima defensa contra un ataque futuro” -fruto de la penetración y amenaza ideológica de la Unión Soviética-, una doctrina inventada por Estados Unidos para justificar su política imperialista.
            Para hablar del tema del Estado y las corporaciones, Chomsky toma como modelo su propio país porque es la realidad que mejor conoce y porque “el desarrollo que se produce en Estados Unidos generalmente prefigura lo que va a ocurrir en otras partes del mundo, sobre todo en otras sociedades industriales del mundo capitalista”. Así, en Estados Unidos las instituciones financieras que provocaron la crisis económica fueron rescatadas por el contribuyente común, resultando que después del rescate financiero los bancos mayores son más grandes. Además, Chomsky se queja amargamente de que las grandes corporaciones y las instituciones financieras cuentan con lo que denomina “la póliza de seguro del gobierno”, lo que les permite participar con seguridad en grandes transacciones y obtener enormes beneficios sin tener en cuenta externalidades. Chomsky estudia en concreto el caso de Estados Unidos y nos recuerda que los gobernantes realizan enormes concesiones a las corporaciones. El más claro ejemplo es el nombramiento de Jeffrey Immelt, un exdirector de General Electric, como secretario del Tesoro, un nombramiento de Obama que sin duda agradó a los grandes hombres de negocios y a la Cámara de Comercio de Estados Unidos.
            El análisis de la situación en Estados Unidos se puede aplicar a otros países del ámbito capitalista, entre ellos España: aumento desorbitado de la desigualdad, estancamiento o disminución de los ingresos reales de la mayoría de la población y recortes “cuidadosamente diseñados para beneficiar a los supermillonarios”. La disminución o recorte de impuestos, que favorece a los ricos, viene acompañada de una congelación salarial para el sector público, que es lo mismo que una subida de impuestos, lo que contribuye a desfondar la Seguridad Social. “Se trata” afirma Chomsky, “de una conocida técnica de privatización que consiste en desfinanciar lo que alguien pretende privatizar”. 
            Otra cuestión que suscita interés en Chomsky es el diseño del orden mundial. El autor explica en Ilusionistas cómo, en los años posteriores a la segunda guerra mundial, funcionarios de alto nivel del departamento de Estado y especialistas en política exterior diseñaron el nuevo orden mundial estableciendo la “Gran Área” que Estados Unidos iba  a dominar con poder absoluto. En la actualidad este diseño está siendo desestabilizado por Turquía, Irán y China.


            Chomsky tiene claro que en el orden internacional actual la crisis se ha cebado con maestros y profesores, pero sobre todo con los emigrantes, aumentando de tal modo la xenofobia no sólo en Estados Unidos sino también en Europa. El autor no duda al afirmar, a modo de conclusión, que “la actual crisis económica es atribuible en gran medida a la fe fanática en dogmas como el de la efectividad del libre mercado”.
            Finalmente, un tema que también aborda Chomsky en Ilusionistas y que le preocupa especialmente es el problema ambiental. El autor se lamenta de que en Estados Unidos los lobbies de las grandes empresas, como la Cámara de Comercio y el Instituto Americano del petróleo han desarrollado una maquinaria propagandística para convencer a la gente de que la amenaza ambiental no es real.       
            Abiertamente polémico, Ilusionistas resulta un ejemplo conmovedor del carácter combativo de este anciano y brillante pensador de nuestros días. A sus más de ochenta años, Chomsky sigue manteniendo un espíritu aguerrido y se queja en general del carácter pasivo y apático de la población, “dedicada al consumismo y al odio por los más vulnerables”, mostrándose partidario de un cambio importante suscitado por un movimiento popular “que exija el desmantelamiento de una compleja estructura sociológica, cultural, económica e ideológica que nos está conduciendo al desastre”.