jueves, 28 de julio de 2016

La odisea de la plata española

La odisea de la plata española es un ensayo que pone de manifiesto el aliento narrativo de Carlo Maria Cipolla, su capacidad para contar historias en el marco de una reflexión de tono histórico sobre un tema que le es muy conocido, a saber, la expansión y la circulación de la moneda en la edad Moderna y sus consecuencias en el desarrollo del comercio internacional. Publicado en Italia en 1996 (Crítica, Barcelona, 1999), cuando la figura de Cipolla se había agigantado gracias al irreverente y sugestivo Allegro ma non troppo, el libro arranca de forma luminosa, con la evocación de una serie continuada de acontecimientos extraordinarios que favorecen a España en el período que va de 1530 a 1560 y le convierten en la primera potencia. El descubrimiento de Potosí y Zacatecas se ve acompañado de la aparición de nuevas técnicas que mejoran la amalgama de la plata con el mercurio. Como es sabido, el sistema de flotas y convoyes organizado por la corona española contaba con el problema de la piratería y la violencia de las tempestades. Entre las mercancías que llegaban de las Indias el aspecto más importante era el “tesoro”, es decir, la plata. Cipolla se hace eco en este punto de la narración del contrabando y del fraude que se realizaba en la importación de plata para evitar pagar impuestos. Eso le hace pensar que la cantidad de plata que llegaba a España era mucho mayor que la registrada. Habla de “plata fuera de registro”. En este contexto, la plata llegada a e España en el siglo XVI marca un hito porque durante la Edad Media, hasta el siglo XV, Europa había sufrido una escasez de metal que dificultaba las relaciones comerciales internacionales. Así pues, la llegada de la plata en el siglo XVI es una novedad que Cipolla califica de “revolucionaria”.
Conforme avanza el discurso, Cipolla pasa a estudiar las monedas que invaden el mercado europeo, entre las que destaca los reales de ocho. Siendo consciente de que faltan documentos para poder precisar determinados temas, Cipolla sabe que a veces “debemos contentarnos con vagas e imprecisas impresiones generales”. Pese a ello, Cipolla sigue adelante con su argumento, analizando el flujo de plata (el real de a ocho) hacia Europa y hacia Oriente en segundo término. Desinteresados por los productos europeos, desde China e India se demandaba especialmente plata y plomo. Es así como los productos orientales llegaban a Europa y los productos europeos iban camino de las Indias, siendo la plata española, especialmente el real de ocho, la que permitió el volumen comercial desarrollado en los siglos XVI y XVII. Ahora bien, las compañías holandesa e inglesa, a partir del siglo XVII, se hacen con el monopolio del comercio de la plata que llegaba a Oriente. Por eso, Cipolla es contrario a hablar de imperio monetario castellano, pues en realidad la plata que llegaba de las Indias escapaba al control español, control que era ejercido por Génova, Portugal y la compañía de las Indias. La cuestión que sigue siendo un misterio, en palabras de Cipolla, es cómo una moneda tan fea, tan mal acuñada, tan fácilmente cercenable, y con tan poca estabilidad en peso y ley como era el real de a ocho pudiese encontrarse en todos los rincones del planeta. Quizá la fuerza de esta moneda es que se encontraba en grandes cantidades.

            Siendo la balanza comercial inglesa negativa en sus relaciones con China, la situación cambiará a partir del siglo XVIII, desde el momento en que la compañía inglesa de las Indias orientales apuesta por exportar masivamente el opio desde la India hasta China. A partir de ese momento la situación se invierte y la plata, acumulada en los tesoros imperiales de Pekín, inicia el camino de vuelta a Occidente. Así culmina la odisea de la plata española en el siglo XIX, enfrascada en los mecanismos del comercio internacional.