viernes, 31 de diciembre de 2010

Ernst Jünger

“Nadie podía detener la marcha triunfal de la vulgaridad universal. Kargané opinaba que él había nacido cien años tarde”. Cuando se lee esta frase en Un encuentro peligroso -la fascinante novela de Ernst Jünger publicada en 1985, cuando el escritor tenía ya noventa años- se tiene la sensación inequívoca de que traduce la forma de sentir y de pensar del propio autor. Obsesionado por el tema de la decadencia, Jünger escribe una novela entre galante y criminal que se desarrolla en París a finales del siglo XIX (hay una referencia a la construcción de la Torre Eiffel, terminada para la exposición universal de 1889) y que con un carácter nostálgico y melancólico, no exento de ironía, revela la añoranza de tiempos pasados, de una antigua sociedad que ha perdido su belleza y su colorido, y que cuando se recrea más bien parece un “baile de máscaras con ambientación histórica”.


Hechizado por la vida que pulula en los barrios parisinos, el inocente Gerhard zum Busche, soñador, infantil, tímido, frágil como una crisálida, anda a la búsqueda de una aventura, sin saber que el destino le reserva un inesperado encuentro con Léon Ducasse, un noble venido a menos, un dandy, la expresión misma de una sociedad decadente, un caballero de edad que guarda un cierto gusto estético y que intenta crear un universo brillante y falso imitando la grandeza de otros tiempos frente a la fealdad del mundo, un individuo acosado por la melancolía, el aburrimiento y el cinismo. Ducasse favorece y estimula –como si se tratase de un juego- el encuentro entre Gerhard y la condesa Kargané -una mujer que presenta una belleza decadente que demuestra la degeneración en la transmisión de la tradición aristocrática- precisamente porque sabe que el joven es alguien que está esperando un prodigio que rompa la monotonía de su vida y ese prodigio, largamente esperado, es una carta de la condesa, y también porque es consciente de que ambos, Gerhard e Irene, están imbuidos de un cierto ideal. El azar irrumpe con un crimen en el que se ve involucrado el ingenuo Gerhard. La novela adquiere una nueva dimensión. El inspector Dobrowsky –ante la atenta mirada de su “alumno”, el inteligente y perspicaz militar Etienne Laurens- desarrolla la investigación relacionada con el crimen, una investigación que nunca llegará a su punto final. El caso criminal queda sin resolver. En realidad, nada acaba cerrado en la novela. Jünger abre muchos caminos y no cierra ninguno. Presenta muchos personajes y nada sabemos al final sobre su futuro.
En Un encuentro peligroso se manifiestan por descontado muchos de los temas y obsesiones presentes en la obra de Jünger: las deliciosas metáforas en las que demuestra un extraordinario conocimiento de las flores y los pájaros; la descripción de un establecimiento de citas, “La campana de oro”, que se realiza como si fuese un sistema orgánico; los personajes, melancólicos, llenos de dudas y contradicciones, que parecen movidos por la casualidad o la fatalidad; las reflexiones a propósito de la inteligencia que le permiten distinguir dos razas, una fundamentada en aspectos físicos y materiales, y otra espiritual; el aislamiento y la marginación en la que viven los seres superiores intelectualmente; la felicidad que supone el encuentro de dos seres afines en los que se mezcla el amor por las tradiciones con la inquietud cultural, y la delectación subsiguiente; las continuas reflexiones a propósito del crimen y del mal en general; las alusiones a la mentira social y a la hipocresía de los grupos privilegiados; las constantes digresiones sobre los más diversos temas; y, para acabar, la búsqueda de la identidad, expresada con claridad meridiana en una frase digna de la sabiduría sapiencial: “Tal vez todo se reduzca a que uno, sea cual fuere su moral, se sienta identificado consigo mismo”.

En definitiva, la personalidad de Jünger se intuye entrelíneas, en múltiples matices. ¿Acaso la superioridad intelectual del militar Etienne Laurens y su incapacidad para despertar simpatías entre sus compañeros no es posiblemente un reflejo de situaciones vividas por el propio Jünger? ¿Acaso la tesis doctoral del capitán Goldhammer –un borracho melancólico, sentimental y nostálgico que porta la cruz de hierro- sobre el concepto de soberanía en el Estado y en el individuo no nos recuerda de inmediato los ensayos del propio Jünger? ¿Acaso las referencias al juego de ajedrez y sus implicaciones no nos remiten a los intereses del escritor alemán? ¿Acaso la cocaína que ingiere el inspector Dobrowsky no nos retrotrae a las experiencias de Jünger en Acercamientos? ¿A qué espectáculo estamos asistiendo, pues, en Un encuentro peligroso? ¿Acaso es un delicioso cuadro de costumbres? ¿Acaso se trata de un retrato sociológico? ¿Acaso es un libro sobre almas solitarias, enmascarados, enamorados, y depredadores entre tantos otros? ¿O simplemente es un jeu d’esprit? En las líneas finales de la novela, Jünger habla de los policías que investigan por cuenta propia cuando el caso ya está cerrado, sin recibir luego muestras de agradecimiento. Se dedican a lo que el escritor denomina l’art pour l’art. La alusión me sirve de estímulo. Eso es lo que practicó Jünger toda su vida a través de la literatura: l’art pour l’art.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Platónica



La formulación más acabada del nuevo paradigma histórico-hermenéutico en la interpretación de Platón se encuentra en las páginas del libro de G. Reale, Per una nuova interpretazione di Platone (Por una nueva interpretación de Platón, Barcelona, Herder, 2003). Como se sabe, este nuevo paradigma se funda en el hecho de que los escritos platónicos no recogen todo lo que el filósofo ha pensado. Esta nueva visión se apoya en dos razones básicas. En primer lugar, siguiendo el testimonio platónico en el Fedro y la Carta VII, el filósofo no ha consignado por escrito “las cosas de mayor valor”, aquello que los discípulos de Platón denominan “doctrinas no escritas”, ágrapha dógmata. En segundo lugar, G. Reale nos recuerda la dificultad de comprensión y la complejidad de los diálogos platónicos, la imposibilidad de reducir Platón a sistema, la “forma problemática en que se presentan las obras”.
Partiendo de estas dos razones que han configurado lo que se ha dado en llamar “el enigma platónico”, G. Reale propone como solución algunas de las tesis epistemológicas planteadas por Thomas Kuhn en su libro The Structure of Scientific Revolutions (Chigaco, 1962). Las tesis de Kuhn se basan en un cambio del concepto de progreso científico: Kuhn habla en términos de “revolución científica”. El desarrollo de la ciencia no se produce según procesos de incremento y acumulación sino según procesos revolucionarios. A su vez, el concepto de “revolución científica” viene definido por un cambio de “paradigma” dentro del discurso científico. Por “paradigma” entiende el conjunto de concepciones y certezas que constituyen los puntos firmes de la ciencia en un determinado momento y que configuran los modelos para la formulación de problemas y soluciones. El paradigma constituye “una auténtica unidad de medida”, según la cual se plantean los problemas científicos, y “una auténtica actividad modeladora”, es “la auténtica fuerza dinámica que determina su desarrollo”.
El surgimiento de anomalías dentro de un paradigma científico se produce por el descubrimiento de nuevos hechos, nuevos fenómenos y nuevas teorías. Se plantea de este modo la crisis del paradigma que dará lugar a una revolución científica. La naturaleza de las revoluciones científicas “consiste en el cambio de los paradigmas y en las consecuencias que de ello se derivan”, un cambio de mentalidad que tiene lugar con la renovación de las generaciones. La fe y la confianza en un nuevo paradigma “es una experiencia de conversión que no se puede forzar” y que se realiza legítimamente con la fuerte resistencia de la comunidad científica.
Siguiendo la doctrina epistemológica de Kuhn, G. Reale considera que el paradigma tradicional de interpretación platónica, creado por Schleiermacher y centrado en la preeminencia absoluta atribuida a los escritos platónicos, se encuentra agotado. La nueva interpretación, propuesta por la escuela de Tubinga, supone “una reconstrucción global de la imagen de Platón en función de las dos tradiciones (la directa y la indirecta)”. Este nuevo paradigma hermenéutico propone soluciones a los problemas planteados por la interpretación de Platón, que el antiguo paradigma se veía incapaz de solucionar, y “es sumamente fecundo desde el punto de vista histórico-hermenéutico” al tiempo que ofrece “las mejores y más ricas perspectivas generales para las nuevas investigaciones sobre Platón”.

El problema crucial en la interpretación platónica pasa a ser la relación existente entre la doctrina de los diálogos y la doctrina no escrita que conocemos a través de la tradición indirecta. G. Reale subraya que el caso de Platón es único e irrepetible, pues es el único autor del que se poseen todos los escritos y, al mismo tiempo, una tradición doxográfica indirecta. Conviene aclarar desde un principio que el “paradigma” defendido por G. Reale, y la denominada escuela de Tubinga, concede una gran importancia como testimonio para la interpretación de Platón a los primeros y directos discípulos de Platón: Aristóteles, Espeusipo y Jenócrates. Sabemos por la Metafísica de Aristóteles (libro primero, capítulo sexto) que Platón había situado por encima de las ideas unos primeros principios, el Uno y la Díada. En realidad, esta interpretación aristotélica en nada difiere, en lo sustancial, de lo que Platón nos dice en sus escritos. Parece más bien una adaptación de lo que Platón nos informa en su obra sobre lo uno y lo múltiple. Aunque en el corpus platónico no reciban el nombre de primeros principios se puede intuir que lo uno y lo múltiple configuran el eje de gran parte del pensamiento platónico. En este sentido, Aristóteles no aporta prácticamente nada a lo que ya sabemos por los escritos. Tan sólo algo de su cosecha. Afirmar como hace Aristóteles (Metafísica I, 6, 987 b 14-18) que los entes matemáticos ocupaban una posición intermedia entre las cosas sensibles y las ideas está en perfecta consonancia con lo que se dice en los escritos platónicos. En cuanto a la teoría de los números ideales tal como la expresa Aristóteles mantengo serias dudas. Sin embargo, G. Reale sostiene que más de dos tercios de esta doctrina platónica de la que habla Aristóteles no se encuentra en los diálogos. Además, identifica todas estas tesis de la Metafísica con el pasaje de la Física en que Aristóteles habla expresamente de “doctrinas no escritas”, ágrapha dógmata. La posición del estagirita estaría confirmada por Espeusipo, que concede una mayor importancia a la teoría de los principios frente a la teoría de las ideas. No obstante, partiendo de que esos primeros principios son lo uno y lo múltiple, realmente Espeusipo no aporta novedad alguna respecto a los escritos platónicos. En este sentido, mi posición se acerca a la de Schleiermacher al menos en un punto, la actitud escéptica frente a la tradición indirecta, aun teniendo en cuenta y valorando en su justa medida la enseñanza oral impartida por Platón en la Academia.
Siguiendo el nuevo paradigma, que altera el modelo tradicional fundado por Schleiermacher en sus puntos esenciales, Reale defiende las siguientes ideas: ( 1 ) los escritos platónicos no son autárquicos ni en todo ni en parte; ( 2 ) de los escritos no se desprende una unidad del sistema filosófico platónico, ya que dicha unidad está vinculada a la dimensión de la oralidad; ( 3 ) la tradición indirecta, que transmite de generación en generación la doctrina no escrita, ofrece la clave para una relectura unitaria y sistemática de los escritos de Platón.
El nuevo paradigma de interpretación platónica, defendido por G. Reale y por la escuela de Tubinga supone, pues, una “revolución”: “La fecundidad del nuevo paradigma”, escribe Reale, “consiste en su capacidad de demostrar que lo "no escrito" es capaz de ser de gran "ayuda" para aclarar los puntos clave de los diálogos más importantes, que durante mucho tiempo han resultado ser oscuros o muy problemáticos”. A partir de estas consideraciones, G. Reale se propone “la reconstrucción de la unidad de fondo del pensamiento platónico”, y una “nueva lectura de la metafísica de los principales diálogos a la luz de este paradigma”. A lo que parece, Reale encuentra la “unidad de fondo” del pensamiento platónico en la metafísica.