sábado, 30 de abril de 2011

Joan B. Pastor Aicart. Més enllà de la poesia


El segundo libro de Josep M. Sanchis confirma sus excelentes aptitudes como narrador. Es Joan B. Pastor Aicart. Més enllà de la poesia un ensayo sobre la figura de uno de los más desconocidos –y olvidados- escritores de la Renaixença valenciana, un poeta que era algo más que poeta pues cultivó casi todos los géneros, con mayor o menor fortuna. Su faceta más conocida en el reducido círculo en el que es nombrado Pastor Aicart es la de poeta en lengua castellana, pero quien lea este libro teniendo una idea preconcebida se llevará sin duda una grata sorpresa. En este sentido, el punto de vista de Sanchis es novedoso ya que prioriza la calidad de la poesía en valenciano y la crítica literaria en castellano de Pastor, pero, sin embargo, no renuncia a hablar sobre todos sus escritos -aun a riesgo de que algunos tengan menos interés- porque su objetivo es realizar una biografía intelectual con las escasas fuentes de que dispone (entre ellas emplea incluso la tradición oral), pero con el apoyo de su obra literaria.
Ninguno de los primeros poemas de Pastor tiene un contenido político. Son versos de contenido amoroso, sensual en ocasiones, rayando a veces en una cierta misoginia. No obstante, en la época en la que estaba estudiando medicina en Valencia -época en la que coincide con escritores de la Renaixença escribiendo poesía lírica en valenciano-, Pastor se deja llevar por la defensa de los ideales republicanos tras la revolución de 1868 en una serie de magníficos escritos. Esta posición política dura poco tiempo, pues tras volver a su pueblo natal (Beneixama en Alicante) Pastor se muestra como un hombre de talante conservador y católico. Sanchis advierte de la dificultad que presenta tratar de explicar este cambio de ideas políticas. Pero aporta el siguiente razonamiento: “Podem pensar que tal volta els ideals republicans es van tornar incompatibles amb la fe catòlica que Joan Baptista professava i que finalment va triomfar la religió per damunt de la política”. La lucha contra los ideales ilustrados es una manifestación más del posicionamiento conservador de Pastor.
El autor lanza algunas hipótesis sobre las pocas cuestiones controvertidas en la vida de Pastor. Es así, por ejemplo, que explica el reconocimiento de la Academia literaria de la Arcadia en Italia como una propuesta posiblemente del cardenal Payá, vecino de Beneixama, como Pastor. También se encarga de recalcar el tema de la unidad de la lengua catalana-valenciana, un aspecto que no ponía en duda ninguno de los miembros de la Renaixença, ni Llorente, ni Llombart, ni el mismo Pastor. De hecho, Sanchis habla de una identificación de Pastor con la lengua catalana. Encuentra, asimismo, en una frase la posible justificación del desinterés del poeta por la novela: “Yo no concedo”, dice Pastor, “ni directa ni indirectamente a la novela en general, y en particular a la naturalista, el poder docente que sus admiradores le regalan”.
Uno de los temas más sugerentes del libro es la polémica contra el naturalismo. Los ataques del “poeta” a este movimiento literario encabezado por Zola se especifican en un ensayo La novela moderna. Cartas críticas, posiblemente la obra más conocida e interesante de Pastor. En sus páginas el naturalismo es definido como “una evolución oportuna del realismo, pesimista e inmoral en el fondo, antiestética en la forma y tendenciosa en sus fines”. El idealismo de Pastor sin duda alguna choca con los postulados del naturalismo, pero el “poeta” no se arredra ante nada, aún sabiendo que le esperaba el olvido de la posteridad. A pesar de todo, seguía confiando en la victoria de la tradición frente a lo que denominaba “razón sectaria”.

La visión del “poeta” que nos ofrece Sanchis es, en definitiva, la de un hombre a contracorriente, fuera de su tiempo (“Yo vivo en otra edad; soy de otro siglo”, se lee en un poema escrito a los veintiún años), liberal en el planteamiento de asuntos sociales –defiende el igualitarismo y la abolición de la esclavitud, por ejemplo- y católico con ahínco. “La religió, les excellències de la vida en el camp, la importància de la salut, la filosofia y la defensa de l’ideari catolic”, escribe Sanchis, son los temas preferidos de Pastor a lo largo de toda su vida. Valorado de forma marginal como poeta de la Renaixença, el autor revaloriza en este estupendo ensayo la posición de Pastor como escritor en valenciano, al tiempo que ofrece una nueva mirada a los años de juventud del “poeta”, que, como queda claro en este trabajo, era algo más que un poeta.

viernes, 15 de abril de 2011

Irene Némirovsky


“Tenía catorce años, era una jovencita y, en sus sueños, una mujer amada y hermosa…”. (p. 11). Así nos presenta Irene Némirovsky a la joven protagonista de El baile, una novela corta escrita en 1928 -en pleno apogeo económico bursátil y anterior al crack del 29- y editada en 1930, después de haber publicado su primera novela, David Golder. Antoinette, que así se llama la joven en cuestión, es una niña sumida en ensoñaciones, culta, inteligente, con ciertos rasgos de crueldad, que vive sometida a una vida estricta, humillada, obligada a seguir lecciones y una dura disciplina, y acosada por la histeria y los gritos de la madre. Sus padres, los Kampf, se han hecho ricos en la Bolsa y viven obsesionados por la búsqueda de reputación entre los círculos de la alta sociedad, por lo que organizan un acto social, en concreto, un baile. Los Kampf son unos recién llegados, la nueva aristocracia del dinero, de modo que pretenden ocultar su pasado porque son nuevos ricos, “groseros e incultos”, tal como los define su propia hija Antoinette, al tiempo que tratan a sus criados con desdén, como si fuesen animales. El ritual del baile se presenta como una especie de iniciación en el mundo de la aristocracia. “Todo el mundo está como nosotros”, le replica el señor a la señora Kampf, “todo el mundo tuvo que empezar un día”. La dueña de la casa ensaya la representación que va a tener lugar durante el baile delante del espejo: “Se maquillaba con extrema lentitud y de vez en cuando se detenía, cogía el espejo y sus ojos devoraban su imagen con una atención apasionada, ansiosa, lazándose miradas duras, desafiantes y astutas”. Pero el baile no se celebra porque Antoinette no entrega las cartas de invitación en el buzón de correos, lo que dará lugar a una situación trágica y absurda. Al final, la verdad sale a relucir entre tanta hipocresía cuando llegan las dificultades, cuando los invitados no llegan, y los criados y los músicos cuchichean y se ríen a escondidas. Alfred, es decir, el señor Kampf, le echa en cara a su mujer la mala vida que ha llevado, y Rosine, la señora Kampf, le restriega su orgullo y su vanidad. ¡Qué vidas más inútiles y vacías¡ El baile evoca a través de una narración saturada de diálogos los hábitos y costumbres de los nuevos ricos.

El desmoronamiento de la madre en la parte final del relato parece anunciar lo que se avecina en 1929. En este sentido, la novela tiene algo de premonición. Pero es algo más que eso. Muestra el proceso de aprendizaje y maduración de una joven encerrada en una jaula de oro, acosada por las cóleras y amenazas de sus padres. Curiosamente, mientras la señora Kampf quiere vivir deprisa, tener un amante, no se da cuenta de que su momento ha pasado y ha llegado la hora de Antoinette. Madre e hija se cruzan en el camino de la vida. “Una iba a llegar”, se lee en el texto, “y la otra a hundirse en la sombra”.