martes, 15 de diciembre de 2009

W. G. Sebald


“Todo está vinculado entre sí”. Esta frase, a modo de apotegma, me ha acompañado durante mucho tiempo, repitiéndose en mi cerebro, recordándome los misterios que encierran –y sólo en algunas ocasiones desvelamos- la naturaleza y la vida misma. Recuerdo el hallazgo de esta frase en medio de un largo párrafo escrito por W. G. Sebald en un bello opúsculo titulado El paseante solitario. En recuerdo de Robert Walser.

Comparando admirado la enfermedad de Heinrich von Kleist y la locura de Robert Walser, el escritor alemán, desgraciadamente fallecido hace pocos años, escribía lo siguiente: “Desde entonces he aprendido a comprender lentamente cómo, por encima del espacio y de los tiempos, todo está vinculado entre sí, la vida del escritor prusiano Kleist con la de un poeta en prosa suizo que pretende haber sido empleado de una sociedad cervecera en Thun, el eco de un disparo de pistola sobre el Wannsee con vistas a una ventana del psiquiátrico de Herisau, los paseos de Walser con mis propias excursiones, las fechas de nacimiento con las de fallecimiento, la suerte con la desgracia, la historia de la Naturaleza con la de nuestra industria, la de la patria con la del exilio. En todos los caminos me ha acompañado Walser siempre”. Al escribir esa sentenciosa frase, “todo está vinculado entre sí”, Sebald pretendía entrelazar su vida –y su obra- con la de Walser. Por eso, al escribir El paseante solitario, es capaz de encontrar similitudes entre el escritor suizo y su abuelo, Josef Egelhofer, coincidencias en la forma de vestir, en el comportamiento, incluso en la muerte, acaecida el mismo año, 1956; por eso, cuando Sebald habla de la insistencia en el detalle y el gusto por el circunloquio como características fundamentales del lenguaje de Walser (“estos rodeos que hago”, escribe de forma brillante e irónica en El bandido, “tienen el propósito de llenar el tiempo, pues tengo que alcanzar un libro de cierta extensión si no quiero que me desprecien más profundamente de lo que ya me desprecian”), quizá esté mostrando de forma implícita rasgos evidentes de su propio estilo; por eso, cuando nos recuerda que el escritor suizo afirmaba que “escribía siempre la misma novela”, acaso está pensando en sus propias novelas; por eso, cuando compara a Walser con Gogol sosteniendo con firmeza que ambos “perdieron la capacidad de dirigir su atención al centro de los acontecimientos de la novela y se dejaron captar, en cambio, de una forma casi compulsiva, por las criaturas extrañamente irreales que aparecían en la periferia de su campo de visión, sobre cuya vida anterior y ulterior nunca sabemos lo más mínimo”, nos está desvelando aspectos inherentes a sus narraciones; por eso, cuando describe la fatiga creciente que sentía Walser al escribir novelas y relatos hasta el punto de que “habla de una prisión de escritura, un calabozo y una cámara de plomo, y del peligro de perder la razón por el continuo esfuerzo”, en realidad está reproduciendo los mismos problemas que él experimenta con la escritura; por eso, cuando sugiere, siguiendo la voz de Walser, una mayor proximidad a “la llamada literatura enfermiza”, está proclamando básicamente un acercamiento del lector a sus escritos; por eso, finalmente, a pesar del hundimiento anímico que sufre el escritor suizo, cuando defiende la novela póstuma de Walser, El bandido, demostrando que escribe hasta el final con plenas facultades mentales, dando testimonio de “un alto grado de soberanía artística y moral”, está en verdad hablando de un modelo que sirve para sus propios libros. En definitiva, al someterse a la tradición de Gogol y Walser, al defender el gusto por el detalle y el circunloquio, al escribir siempre la misma novela, al centrar su atención en seres extrañamente irreales, al invocar la denominada “literatura enfermiza”, Sebald encuentra, podríamos llamarlo así, un consuelo vital.

Robert Walser falleció en diciembre de 1956 mientras paseaba por la gélida nieva cerca del manicomio de Herisau (Suiza). Era el día de navidad. W. G. Sebald perdió la vida en una fría carretera comarcal de Norwich al colisionar su automóvil con un camión, al parecer después de sufrir un ataque al corazón. Era el día 14 de diciembre de 2001. Robert Walser “fue el más solitario de los escritores solitarios”. Quizá en este punto podríamos encontrar también alguna correspondencia con Sebald. Seguramente, el brillante escritor alemán no pondría reparos.


3 comentarios:

  1. Sr. Notorius, soy Daniel Rojas. Estos días me encuentro acabando "Jacob von Gunten" (no Gürtel)el magnífico libro de Walser. No puedo dejar de admirar su fina ironía, su deambular por la periferia de la vida tomada en serio. Un alumno de un instituto en donde no se hace nada y donde todo el mundo sabe que no servirá para nada más que para servir discretamente a alguien ya discreto. Sebald es uno de mis preferidos y nunca dejo de pensar en esas conexiones que nos llevan a caminar los unos junto con los otros al menos por los espacios literarios. Pero quiero aquí reinvidicar una cosa: dentro de poco se publicará (por fin) mi trabajo sobre Joan B. Pastor Aicart, un olvidado escritor de finales del XIX (me gustaría decir que era un alma paralela a la de Leon Bloy, pero no lo voy a decir). Pastor Aicart era mi tatarabuelo. Murió el 12 de diciembre de 1917, fue, tal vez, un muerto de frío, pues esos días toda la comarca en la que vivía se vió sepultada por metros y metros cúbicos de la cosa fría y blanca que llamamos nieve. Él era médico y no dejaba de atender enfermos, de visitarlos. Esos paseos por la nieve lo pusieron definitivamente enfermo. Y murió. En diciembre, sobre un paisaje nevado.

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  2. Tu post me hace pensar en un libro que, por lo que sé de tus delirios literios, debes conocer. Me refiero a "Bartleby y compañía" de Vila-Matas, estoy ahora mismo leyéndolo...

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  3. Como ya te comenté hace unos días, querido Sanchis, antes de tu viaje a Roma (¿estás buscando digresiones para tu próxima novela en la ciudad eterna?, me dejó algo estupefacto la noticia de la muerte en la nieve, en diciembre, del poeta Pastor. El azar actúa enlazando los destinos de las personas más variopintas, pero hay que estar ojo avizor para percatarse de esas relaciones. Espero ansioso el libro sobre el poeta y médico J. B. Pastor. Leí "Bartleby y compañía" hace unos años y me dio a conocer a Vila-Matas. Algunas cosas he escrito sobre este libro en mi ensayo "El rojo y el gris", que se publicará a lo largo de este año. Saludos. Notorius.

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