miércoles, 31 de julio de 2024

Secuestrado

 

1. Tras la muerte de su padre, maestro rural, David Balfour abandona el pueblo y la parroquia de Essendean para dirigirse a la casa de su tío con una carta de presentación. Es el año 1751. Antes de partir, la mirada de David Balfour se dirige a los grandes serbales del cementerio donde están enterrados su padre y su madre. Es la última mirada, ésa que permanece en la memoria hasta el fin de los días. Así se inicia Secuestrado (Alba, 2018), novela de Robert Louis Stevenson, publicada en 1886. Las aventuras de David Balfour, presentadas como si fuesen unas memorias, constituyen el relato de un proceso de formación, en donde cada acontecimiento en la vida del protagonista funciona casi como una prueba de iniciación. Eso permite explicar la dicha de vivir que el joven experimenta al contemplar por primera vez el mar y los barcos o al observar la marcha militar de una compañía de granaderos. Es la dicha de abrirse a la vida, de experimentar algo nuevo. Pero este proceso de formación está plagado de duras pruebas. La llegada del joven a la ruinosa casa de su tío Ebenezer, avaro y reconcomido individuo, supone un duro golpe en sus expectativas, como si la esperanza de una vida nueva se hubiese esfumado. Tampoco la estancia en el muelle de Queensferry resulta demasiado esperanzadora. Por un lado, el joven se deja llevar por la emoción que supone ver un bergantín, el Covenant, anclado en el muelle. Es el espíritu de aventura, que se apodera de David Balfour pensando en viajes lejanos y lugares desconocidos. Pero, por otro lado, está presente la intuición de que el peligro acecha, de que algo cavila su tío Ebenezer. De hecho, el joven Balfour acaba secuestrado en el Covenant, conociendo de primera mano la vida y el carácter rudo de los marineros.

2. Las peripecias, que se suceden en la vida de David Balfour, son pruebas que contribuyen a configurar el carácter del joven. En el bergantín, la presencia de Alan Breck, un audaz jacobita que ha desertado del ejército inglés, provoca un duro enfrentamiento con los marineros. El joven se ve obligado, entonces, a luchar por primera vez a vida o muerte, al lado del jacobita. Pero es que, yendo más lejos todavía, tras el hundimiento del bergantín en los arrecifes, Stevenson presenta a nuestro héroe desamparado en una pequeña isla. La aventura de supervivencia en el islote de Earraid es demoledora en todos los sentidos y pone en evidencia la crueldad de la vida en soledad,  pero al mismo tiempo la estupidez humana, la incapacidad para reflexionar cuando los problemas se acrecientan, porque en realidad Earraid es un islote que se puede sortear cuando baja la marea, pero el protagonista, cegado por las circunstancias, es incapaz de darse cuenta hasta que se lo hacen saber unos pescadores de la región. En las Tierras Altas de Escocia, el joven Balfour contempla, además, la muerte a sangre fría de Colin Roy, el “Zorro Rojo”. El asesinato de este militar, al servicio del rey y de los casacas rojas, provoca la huida del protagonista, acompañado de su inseparable amigo, Alan Breck. Es un viaje a través de bosques, montañas, ríos, zonas plagadas de rocas y páramos, en donde se palpa la fisicidad a través de la descripción de las situaciones, de los paisajes. Todo rezuma vida, pero también sufrimiento. El viaje desemboca, entonces, en el silencio, el enfrentamiento dialéctico y la pelea entre los dos amigos. Es justo en ese momento cuando se dicen todas las palabras necias que son capaces de decir los hombres para hacer daño, pero también brotan, al final, cuando se ve de cerca la muerte y no se puede más, la compasión, el perdón y la amistad.

3. En Secuestrado, el autor se detiene en la particular forma de ser y en la actitud de la gente en las Tierras Altas de Escocia, con su apego a los clanes, con sus cambios de humor, capaces de pasar, en un instante, de una situación a otra totalmente diferente, capaces de luchar con la espada y, seguidamente, entablar un duelo de gaitas y beber hasta reventar. Stevenson se muestra muy cercano a esta tierra de clanes, un lugar único en el que resuena la canción gaélica, en el que se transmiten historias procedentes de la tradición oral, en el que toman forma las viejas rencillas entre los clanes. En las Tierras Altas de Escocia se hace evidente el enfrentamiento entre jacobitas y whigs. Es, en realidad, un conflicto entre las Tierras Altas de Escocia, un territorio agreste y primitivo, donde se habla preferentemente el gaélico, y las Tierras Bajas de Escocia, que representan el mundo civilizado, donde prevalece el inglés como lengua hablada. Es el mundo de los Stewart contra el mundo de los Campbell. Es la justicia del clan contra la justicia del rey. Precisamente, David Balfour y Alan Breck atraviesan el límite de las Tierras Altas para poner fin a su huida, para poder acabar el viaje, una aventura que, en realidad, se desarrolla por toda Escocia. Al final de la aventura, el joven Balfour llega al punto de partida de toda esta Odisea, es decir, al pequeño embarcadero de Queensferry. Es entonces, al pasar por el muelle, cuando siente una emoción intensa al recordar a los que ya no están entre los vivos, a los que han muerto en el barco, en el transcurso de la aventura. La emotiva despedida de los dos amigos, David y Alan, en la que no se dice nada porque todo está dicho, provoca un dolor tan intenso en el lector que sólo entran ganas de llorar. Queda la tristeza de acabar una aventura, la tristeza que se siente cuando pierdes a un amigo. Queda, incluso, un trasfondo de ambigüedad en el joven Balfour, ese regusto, ese “frío lacerante” por dentro, “como el remordimiento de haber hecho algo malo”. Pero queda también el recuerdo, el signo indeleble de la amistad: el botón de plata que ha regalado Alan Breck a su joven amigo. Queda, en definitiva, la grandeza de Stevenson, la pura belleza de la literatura.