Hechizado por la vida que pulula en los barrios parisinos, el inocente Gerhard zum Busche, soñador, infantil, tímido, frágil como una crisálida, anda a la búsqueda de una aventura, sin saber que el destino le reserva un inesperado encuentro con Léon Ducasse, un noble venido a menos, un dandy, la expresión misma de una sociedad decadente, un caballero de edad que guarda un cierto gusto estético y que intenta crear un universo brillante y falso imitando la grandeza de otros tiempos frente a la fealdad del mundo, un individuo acosado por la melancolía, el aburrimiento y el cinismo. Ducasse favorece y estimula –como si se tratase de un juego- el encuentro entre Gerhard y la condesa Kargané -una mujer que presenta una belleza decadente que demuestra la degeneración en la transmisión de la tradición aristocrática- precisamente porque sabe que el joven es alguien que está esperando un prodigio que rompa la monotonía de su vida y ese prodigio, largamente esperado, es una carta de la condesa, y también porque es consciente de que ambos, Gerhard e Irene, están imbuidos de un cierto ideal. El azar irrumpe con un crimen en el que se ve involucrado el ingenuo Gerhard. La novela adquiere una nueva dimensión. El inspector Dobrowsky –ante la atenta mirada de su “alumno”, el inteligente y perspicaz militar Etienne Laurens- desarrolla la investigación relacionada con el crimen, una investigación que nunca llegará a su punto final. El caso criminal queda sin resolver. En realidad, nada acaba cerrado en la novela. Jünger abre muchos caminos y no cierra ninguno. Presenta muchos personajes y nada sabemos al final sobre su futuro.
En definitiva, la personalidad de Jünger se intuye entrelíneas, en múltiples matices. ¿Acaso la superioridad intelectual del militar Etienne Laurens y su incapacidad para despertar simpatías entre sus compañeros no es posiblemente un reflejo de situaciones vividas por el propio Jünger? ¿Acaso la tesis doctoral del capitán Goldhammer –un borracho melancólico, sentimental y nostálgico que porta la cruz de hierro- sobre el concepto de soberanía en el Estado y en el individuo no nos recuerda de inmediato los ensayos del propio Jünger? ¿Acaso las referencias al juego de ajedrez y sus implicaciones no nos remiten a los intereses del escritor alemán? ¿Acaso la cocaína que ingiere el inspector Dobrowsky no nos retrotrae a las experiencias de Jünger en Acercamientos? ¿A qué espectáculo estamos asistiendo, pues, en Un encuentro peligroso? ¿Acaso es un delicioso cuadro de costumbres? ¿Acaso se trata de un retrato sociológico? ¿Acaso es un libro sobre almas solitarias, enmascarados, enamorados, y depredadores entre tantos otros? ¿O simplemente es un jeu d’esprit? En las líneas finales de la novela, Jünger habla de los policías que investigan por cuenta propia cuando el caso ya está cerrado, sin recibir luego muestras de agradecimiento. Se dedican a lo que el escritor denomina l’art pour l’art. La alusión me sirve de estímulo. Eso es lo que practicó Jünger toda su vida a través de la literatura: l’art pour l’art.
Dear Pedro,
ResponderEliminarGlad you have written about this important author! If you find Un encuentro peligroso fascinating, you should read Eumeswil, the "bible" of Jünger thought.
Cheers!
Simon
Thank you Simon for your comments and for Ernst Jünger-blog. I Know "Eumeswil".
ResponderEliminarSaludos. Notorius.
Ernst Jünger... grossartig.
ResponderEliminarWas können wir tun, wenn die Welt "Dekadent" ist?
Kann man die Rettung im Walde finden, als Walgänger?
Jünger ist grossartig und dekadent, als die Welt.
ResponderEliminarSaludos. Notorius.
Tu recensión me anima a leer el libro, que ya está sobre mi mesa. Todavía tardará, en la lista está antes "Corazón aventurero". La práctica del arte por el arte a la que aludes parece un pensamiento constante en la obra de Jünger, forma parte integral de una concepción de la vida basada en la aristocracia espiritual. Idea esta que encontramos en los autores de referencia que Jünger lee (Schopenhauer y Nietzsche, cada uno a su manera). La idea de presentar personajes bellos pero de una belleza decadente, verdaderos arquetipos (el dandy, la dama)de un mundo senescente y agotado me recuerda de alguna manera a ciertos personajes de la novela rusa en la línea de Eugene Onegin (por cierto que algo de ese mundo elegante pero vacío, acortado y falsamente vital lo encontramos en una magnífica novela de Joseph Roth titulada "Fuga sin fin"). Es muy sugerente que sólo el contacto con lo primordial dignifique semejantes personajes (como pasa con "Los Cosacos" de Tolsty). Por cierto, una idea que te sugiero. La construcción de la celebérrima torre en París es una especie de torre de Babel en el sentido que ilustra un mundo industrial altamente tecnificado que ha invadido incluso el arte, del cual siempre abominó JÜnger (por ejemplo en "Tempestades de acero"). La torre Eiffel me parece que juega una papel análogo al Titanic en "La Emboscadura", es la materialización del poder de un mundo dominado por las fuerzas titánicas de la economía y el estado, una época por tanto donde la vida como obra de arte, el arte gratuito (en el sentido de que no busca beneficio monetario) se han convertido en algo ajeno. Una época en la que vagan solitarios supervivientes procedentes de un mundo en ruinas, más espiritual.
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