viernes, 15 de abril de 2011

Irene Némirovsky


“Tenía catorce años, era una jovencita y, en sus sueños, una mujer amada y hermosa…”. (p. 11). Así nos presenta Irene Némirovsky a la joven protagonista de El baile, una novela corta escrita en 1928 -en pleno apogeo económico bursátil y anterior al crack del 29- y editada en 1930, después de haber publicado su primera novela, David Golder. Antoinette, que así se llama la joven en cuestión, es una niña sumida en ensoñaciones, culta, inteligente, con ciertos rasgos de crueldad, que vive sometida a una vida estricta, humillada, obligada a seguir lecciones y una dura disciplina, y acosada por la histeria y los gritos de la madre. Sus padres, los Kampf, se han hecho ricos en la Bolsa y viven obsesionados por la búsqueda de reputación entre los círculos de la alta sociedad, por lo que organizan un acto social, en concreto, un baile. Los Kampf son unos recién llegados, la nueva aristocracia del dinero, de modo que pretenden ocultar su pasado porque son nuevos ricos, “groseros e incultos”, tal como los define su propia hija Antoinette, al tiempo que tratan a sus criados con desdén, como si fuesen animales. El ritual del baile se presenta como una especie de iniciación en el mundo de la aristocracia. “Todo el mundo está como nosotros”, le replica el señor a la señora Kampf, “todo el mundo tuvo que empezar un día”. La dueña de la casa ensaya la representación que va a tener lugar durante el baile delante del espejo: “Se maquillaba con extrema lentitud y de vez en cuando se detenía, cogía el espejo y sus ojos devoraban su imagen con una atención apasionada, ansiosa, lazándose miradas duras, desafiantes y astutas”. Pero el baile no se celebra porque Antoinette no entrega las cartas de invitación en el buzón de correos, lo que dará lugar a una situación trágica y absurda. Al final, la verdad sale a relucir entre tanta hipocresía cuando llegan las dificultades, cuando los invitados no llegan, y los criados y los músicos cuchichean y se ríen a escondidas. Alfred, es decir, el señor Kampf, le echa en cara a su mujer la mala vida que ha llevado, y Rosine, la señora Kampf, le restriega su orgullo y su vanidad. ¡Qué vidas más inútiles y vacías¡ El baile evoca a través de una narración saturada de diálogos los hábitos y costumbres de los nuevos ricos.

El desmoronamiento de la madre en la parte final del relato parece anunciar lo que se avecina en 1929. En este sentido, la novela tiene algo de premonición. Pero es algo más que eso. Muestra el proceso de aprendizaje y maduración de una joven encerrada en una jaula de oro, acosada por las cóleras y amenazas de sus padres. Curiosamente, mientras la señora Kampf quiere vivir deprisa, tener un amante, no se da cuenta de que su momento ha pasado y ha llegado la hora de Antoinette. Madre e hija se cruzan en el camino de la vida. “Una iba a llegar”, se lee en el texto, “y la otra a hundirse en la sombra”.

1 comentario: