lunes, 31 de octubre de 2016
Dos recuerdos
Por expreso
deseo de Keynes se publican tras su muerte dos escritos inéditos, dos narraciones
que el economista había leído en voz alta a sus amigos en la década de los años
30, en su casa del número 46 de Gordon Square, en esas reuniones donde los
miembros del grupo de Bloomsbury aireaban sutilezas y sarcasmos mientras
recordaban su pasado en Cambridge. La primera de las narraciones, titulada El doctor Melchior, describe la
comprometida situación en que se encontraban las negociaciones de paz tras la
primera guerra mundial. Keynes describe las dificultades que tenían las
comisiones encargadas de la conferencia para ponerse de acuerdo, pues las
posiciones parecían enquistadas después de dos meses, e insiste en los problemas
económicos y financieros derivados de la ocupación alemana y del bloqueo de
alimentos. A su llegada a la conferencia de paz en enero de 1919, Keynes se da
perfecta cuenta de que hay que resolver el problema del abastecimiento de
comida en Alemania, pero esta idea choca frontalmente con el obstruccionismo
francés, con la posición francesa en las reuniones, obsesionada con la
incautación de la marina mercante alemana. La situación se complica porque como
telón de fondo en la conferencia se intuye el problema que supone la expansión
del bolchevismo. Enfrascado en las negociaciones, Keynes traba amistad con el
doctor Melchior, representante alemán en las conversaciones, pues parece
interesado en mostrar la dignidad en la derrota.
En Mis primeras creencias, la segunda de las narraciones que se
incluye en Dos recuerdos, Keynes hace
un relato del espíritu de Cambridge antes de la guerra. Habla con frecuencia de
religión juvenil, refiriéndose a las creencias del grupo de Bloomsbury, una
religión sin moral producto de la influencia ejercida por el libro de Moore,
recién publicado en 1903, los Principia
Ethica. Keynes cuenta cómo el grupo se dejó arrastrar por las ideas de
amor, belleza y verdad, mientras la cuestión del placer quedaba en un segundo
plano. El afecto, la experiencia estética y la búsqueda del conocimiento eran
los principales objetivos, junto con la precisión en el lenguaje, en la
formulación de las preguntas. Keynes observa esa religión, esas creencias, con
cierta nostalgia. Pero también es cierto que cuando escribe y lee ante sus
colegas Mis primeras creencias,
posiblemente hacia 1932, todavía consideraba válidas las intuiciones de Moore.
Sorprende observar cómo en esa época de principios de siglo Keynes y sus amigos
parecían completamente alejados del mundo exterior, de las motivaciones
económicas, de la tradición benthamita, del cristianismo y del marxismo. Practicando
una cierta irreverencia hacia cualquier ortodoxia, Keynes habla incluso de
inmoralismo.
En estos Dos recuerdos brilla con nitidez la mente luminosa y
radiante de Keynes. Sabía que conforme se acercaba la fatídica fecha de 1914 su
visión del mundo estaba cambiando. Sabía que tanto él como sus compañeros del
grupo de Bloomsbury estaban acabados.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario