jueves, 30 de marzo de 2017
Autobiográfica 4
A veces, sin darnos cuenta, tendemos
a leer libros que tienen un sustrato común. Durante años no me había percatado
de que existía un principio rector que envolvía todas mis lecturas. En
determinado momento, posiblemente del año 2007, siendo ya consciente de esta
circunstancia, comienzo a recopilar materiales dispersos, pequeños ensayos que
reproducían una obsesión nada azarosa por la dualidad. Así se empieza a gestar
un libro acabado en 2008 y titulado finalmente Jano ante el espejo (Ediciones Irreverentes, 2011). El ensayo,
llamémoslo así, concebido como un collage, está hecho de retales, de fragmentos
engarzados con comentarios literarios, y aderezado con pequeñas historias y
notas autobiográficas.
Jano ante el espejo se inicia
con una historia. Tres viajeros descansan junto a las aguas de un manantial y
se fijan en una inscripción situada cerca del lugar donde reposan y que dice
más o menos así: “Pareceos a este manantial”. En el relato de Tolstoi los
personajes parecen meditar sobre la frase que reza en la inscripción.
Curiosamente, Jano ante el espejo se
cierra con otra historia que remite a una inscripción. En una de las tumbas del
cementerio de Thiaucourt, donde están enterrados soldados de la primera guerra
mundial y luchadores de 1870-1871, se lee lo que sigue: “Lejos de nuestros
ojos, pero cerca para siempre del corazón”. Consideré en ese momento, estoy
hablando de 2008, que seguramente era una forma oportuna de acabar el libro,
abriendo un resquicio a la verdad que anhelaba.
Poca gente ha leído, creo, este
libro. Se entremezclan, quizá, demasiados temas. Es un río que fluye desde la
ficción a la realidad, desde la nostalgia hasta la manía erótica, desde la
cultura hasta la naturaleza, desde la sabiduría hasta el escepticismo. Ofrece
literatura y vida. No como un diario. Desdibujando los límites entre géneros
andaba yo buscando, sin ser plenamente consciente, algo parecido a una
escritura transversal, algo parecido a una novela en marcha, algo parecido a
prosas apátridas. Pasados los años, el proyecto sigue en marcha porque una
necesidad vital me impulsa a continuar esa azarosa búsqueda. Y mientras se
acerca el final, que llegará más pronto o más tarde, pienso en una frase que
escribí entonces: “La búsqueda infructuosa de la verdad continúa. Porque
siempre, aunque soñemos brevemente con haber encontrado la paz, tarde o
temprano, antes o después, el sueño acaba y despertamos todos”. Por mi parte
eso es todo.
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