martes, 30 de abril de 2019
La actualidad innombrable
En La actualidad innombrable (Anagrama, 2018),
Roberto Calasso ha tratado de explicar el funcionamiento de la sociedad secular
en la cual estamos anclados. También indaga en el origen del islamismo
radical, que ha desembocado como todos sabemos en un terrorismo que invoca el
sacrificio y el odio precisamente a la sociedad secular. El origen de este
fenómeno con los asesinos-suicidas de Osama Bin Laden nos conduce al siglo XI,
a la historia de Hasan-i-Sabbah, más conocido como el Viejo de la Montaña, y a su secta de
asesinos viviendo en una especie de paraíso cerca de la fortaleza de Alamut.
Pero al rastrear los orígenes del terrorismo islámico también se tiene en
cuenta el nombre y el sacrificio de Sayyid Qutb y su obra que sirve de guía, Señales en el camino.
Pero más allá de este enfrentamiento entre el islamismo radical y la
sociedad secular, el libro apunta desde un primer momento hacia lo que Calasso
denomina “el germen de la autodestrucción”, un período de
autoaniquilación que se extiende entre 1933 y 1945. ¿De qué estamos hablando
entonces? En la sociedad vienesa del gas,
el título del segundo ensayo del libro, Calasso explora lo acontecido entre
1933 y 1945 a
través de textos y cartas de escritores de la época, retazos que reflejan el
ambiente tenso que se vivía, orientado claramente, como apunta Louis Ferdinand
Céline, a la violencia. Las intuiciones de Robert Frost, el miedo de Virginia
Woolf a viajar por Alemania e Italia en 1935 o las ambigüedades de Ernst Jünger
forman parte de un conjunto de secuencias, de imágenes, que nos iluminan sobre
lo que se está gestando en ese momento. Y es que Calasso está obsesionado por
demostrar el carácter devorador de la sociedad. Cada carta, cada palabra parece
conducir a la inevitable guerra. Particular interés tiene en este contexto la conferencia
pronunciada por Élie Halévy en 1936 ante la Société Française
de Philosophie, una charla titulada de forma sugerente “La era de las
tiranías”. Halévy es de los primeros en equiparar lo que estaba ocurriendo en
Rusia con lo que pasaba en Italia y Alemania, comparando la dictadura soviética
con la dictadura fascista y hitleriana, evocando al mismo tiempo las
interpretaciones de Platón y Aristóteles en el mundo griego para sugerir el
paso de la democracia a la tiranía en los años treinta.
En septiembre de 1937 se celebra el congreso de Núremberg que entroniza
al hitlerismo como la nueva religión triunfante, con su particular y singular
mitología que engloba elementos paganos y cristianos. No hay que olvidar,
además, que el hitlerismo caminaba hacia una suerte de doctrina esotérica, con
la creación de algo parecido a una orden de caballeros. Robert Brasillach,
presente en el congreso de Núremberg, se hace eco, con entusiasmo, del giro que
ha dado la nueva Alemania. Simone Weil adivina lo que el hitlerismo supone para
tantas almas perdidas: “una sólida ilusión de unidad interior”. Por lo
demás, Walter Benjamin informa en 1939 que la Sociedad Vienesa
del Gas ha suspendido el servicio del gas a los judíos. Las noticias sobre los
parias o sobre los suicidios (entre ellos el de Walter Benjamin) se suceden a
lo largo de 1940. La cuestión judía parece en marcha en 1941. Los escritos
periodísticos de Goebbels no dejan lugar a dudas. De hecho, en Iasu, en
Moldavia, Curzio Malaparte describe la matanza indiscriminada de 13.000 judíos.
En Alemania, Hans Carossa es nombrado presidente de la Asociación Europea
de escritores. En el discurso de agradecimiento pronunciado en Weimar el
escritor advierte: “Todos ustedes, queridos señores, tendrán igual que yo la
firme convicción de que una renovación de Occidente sólo podrá surgir del
espíritu y del alma”.
Mientras tanto, en 1942 se celebra la boda del príncipe Konstantin de
Baviera y en 1943 Goebbels se regocija ante el final de una película largamente
deseada para la UFA,
Münchhausen. Son los festejos que
parecen marcar el final de una época. En abril de 1943 salen a la luz las
noticias de la matanza de Katyn, que Goebbels pretende utilizar como propaganda
contra el régimen bolchevique y para atacar las afinidades del bando aliado.
Cuando Vasili Grossman entra con el Ejército Rojo en el campo de
Treblinka y luego en Berlín todo se asemeja ya a un cementerio. Da la sensación
de que el paso de la democracia a las tiranías y el desplome de Europa han
sucedido como en un sueño.
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