Es difícil
precisar la forma en que se escribe un libro cuando los años pasan de forma
inexorable y el recuerdo que viene a la mente es el de un escritor dando
vueltas y más vueltas empeñado en una investigación que parece no tener fin.
Así me aconteció durante la última década del pasado siglo, pues pasaba la mayor
parte del tiempo ocupado en una reflexión que estaba resultando inacabable. Era
un estudio, por el que luego me convertiría en doctor en historia antigua, que
versaba sobre la tradición oral en los textos platónicos. El tema era de
envergadura y me provocaba continuos quebraderos de cabeza, porque ya se sabe
que entraña gran dificultad todo aquello que camina de lo oral a lo escrito y
al revés. Pero mi empeño era inquebrantable y tras diez años de lucha titánica
el trabajo de investigación llegó a su fin. Recuerdo que en el verano del año
2000 el estudio quedó acabado y mi mente soñaba con la publicación de un libro
que fuese fiel a mis anhelos y reflejo del ardor con el que había desarrollado
mi trabajo. Tras la lectura de la tesis doctoral, por fin llegó el momento de
la verdad. Terminada la comida que daba cumplimiento a la tesis, recuerdo que
paseando por la céntrica calle Trapería, en Murcia, se sucedieron, como por
ensalmo, dos conversaciones sobre el mismo tema. ¿Era el azar o el cumplimiento
de mi destino? Mi alma estaba azorada, pero al mismo tiempo replegada sobre sí
mismo, pensando en las dos proposiciones tan diferentes que me habían ofrecido
pero que caminaban en el mismo sentido. Tenía encendido el ánimo, ya que me
proponían la publicación de un libro sobre la tradición en Platón. Blázquez,
profesor emérito en Madrid, me recomendaba publicar la investigación en su
totalidad, tan sólo realizando las revisiones tipográficas correspondientes,
mientras mi maestro, A.G. Blanco, sugería la posibilidad de escribir un ensayo
con algunas partes del estudio desarrollado. Lógicamente, acabé haciendo caso a
mi maestro y en el año 2002 apareció en la Revista murciana de Antropología
un ensayo titulado La tradición en Platón. Lo que sucedió a continuación
también es digno de mención. Tratando de evaluar el calibre de mi trabajo me
dediqué, durante mucho tiempo, a enviar ejemplares del libro a especialistas en
historia antigua del más alto nivel. La verdad es que el ser humano siempre
busca una justificación externa que dé sentido a la labor que realiza y en mi
caso creo que andaba buscando la anhelada ratificación por parte de alguien de
reconocido prestigio.
Recuerdo con emoción, todavía, la
conversación telefónica, prolongada por más de una hora, con Emilio Lledó. La
quebrada voz del maestro me llegaba a través del hilo telefónico sugiriéndome
que el libro merecía una edición mejor que aquella que se había realizado, en
la que el estudio se confundía en medio de una revista de antropología. Algunos
de mis amigos apuntaban en el mismo sentido, pero la opinión de Lledó
ratificaba algo que ya barruntaba desde hacía tiempo y que no era otra cosa que
la búsqueda de una edición literaria lejos del escenario académico. Entretanto,
el libro iba cayendo en manos de escritores e historiadores a los que admiraba
mucho. Entre los lectores del libro, que son bien pocos, tengo el placer de
mencionar a Giuseppe Cambiano y Luciano Canfora en Italia, Luc Brisson en
Francia y Geoffrey Lloyd en Inglaterra. Desde mi punto de vista, recibir
palabras amables de estos señores ha sido una bendición y ha dado sentido a
todo el trabajo realizado a lo largo de una década. Quizá era eso lo que andaba
buscando, más allá de una nueva edición. Anhelaba dar sentido a las cosas,
porque por encima del éxito literario se encuentra la necesidad de cuadrar la
labor realizada como si se tratase de una cuestión geométrica. Además, el libro
inicialmente publicado en una revista universitaria, con el desarrollo paralelo
de mi trayectoria literaria, alcanzó por fin una edición fuera del ámbito
académico. Mi editor en Ediciones Irreverentes, Miguel Ángel de Rus, se
mostraba encantado con el estudio sobre Platón, que reconocía, lo cual causaba
mi asombro, haber leído varias veces. Así pues, finalmente, en el año 2015
salió a la luz nuevamente el libro, con prefacio de Luc Brisson. Yendo más
lejos todavía, la presentación del ensayo en el salón de Grados de la Facultad
de Derecho de Murcia, un 21 de mayo de 2015, me permitió conocer personalmente
a Luc Brisson, quien aquel inolvidable día de mayo dio una conferencia
magistral sobre El papel del mito en Platón y sus prolongaciones en la
antigüedad. Fue un día de gloria en el que departí, en la comida y en la
cena, con uno de los helenistas más reconocidos del mundo, estando acompañado,
además, por mi maestro, A.G. Blanco, y por mi infatigable amigo, a la sazón
vicedecano de la Facultad de Letras, J.A. Molina, quien había tenido la
brillante idea de invitar a Brisson a la universidad de Murcia. Así, con aquel día
de gloria, parecía cerrado el círculo del libro, de forma geométrica y
perfecta. Pero todavía quedaba una sorpresa inesperada, que vendría a rematar
el asunto, esta vez, creo, de una forma definitiva.
En 2019 tomé la decisión de enviar
un ejemplar de La tradición en Platón al escritor Alberto Manguel. Esto
requiere una pequeña explicación. Es cierto que yo había entrado en contacto
con Manguel a través de Dante. En 2017, tras haber publicado una obra de teatro
titulada El exilio de Dante, sabiendo que el escritor Alberto Manguel
admiraba profundamente la obra del poeta italiano y teniendo en cuenta que por
aquella época era el director de la Biblioteca Nacional argentina, envié a
Buenos Aires algunos de mis libros, entre ellos, por supuesto, la obra sobre
Dante. La respuesta de Manguel no se hizo esperar. Mis libros irían a reposar
en los anaqueles de la Biblioteca Nacional argentina, excepto “el Dante”, que
entraba a formar parte de la inmensa biblioteca de Manguel. Se ha de decir en
este punto del relato que esta biblioteca, de treinta y cinco mil libros, ha
sido el punto de partida de un libro admirable de Manguel, que yo leí por esa
época y que se titula Mientras embalo mi biblioteca. Fue, precisamente,
mientras leía este libro cuando se me ocurrió la idea de enviar “mi Platón” a
Manguel. El ser humano es vanidoso por naturaleza, no cabe la menor duda. Por
eso, me permito reproducir la carta que recibí de Alberto Manguel un 26 de
agosto de 2019, procedente de Nueva York. En la carta se lee lo que sigue:
“Estimado Pedro. Mil gracias por su Platón. ¡Es extraordinario¡ He aprendido
muchísimo leyéndolo y es admirable que sea ésta la obra de un Amorós joven (si
debemos creer que no modificó su tesis original). Me interesó sobre todo su
pesquisa acerca del pasaje del mito a pheme [rumor], concepto esencial
hoy. Felicitaciones. Un abrazo. Alberto”. Al recibir esta carta, envuelta en
una tarjeta que reproducía una pintura en miniatura de Jean Poyer (St. Marta
Taming the Tarasque), tenía la sensación de adentrarme en otro mundo. Lo
que se había iniciado como un estudio del cambio antropológico en la Grecia
antigua tras la guerra del Peloponeso, a partir de los textos platónicos, tenía
su justo acabamiento con una bella carta que procedía directamente de la isla de
Manhattan.
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