viernes, 30 de abril de 2010

histórica 2


En el año 2000 la editorial Pre-textos publica -siguiendo la edición italiana de Adelphi del año 1989 de Contributo alla critica di me stesso- la autobiografía del filósofo e historiador italiano Benedetto Croce con el título de Aportaciones a la crítica de mí mismo. El Contributo de Croce se presenta como una revisión, un repaso a su obra. El escritor hace un alto en el camino, a los cincuenta años de edad, y reflexiona en voz alta sobre su vida, su trabajo y su pensamiento. “Intentaré”, escribe Croce, “simplemente, esbozar la crítica y, por lo tanto, la historia de mí mismo, es decir, la del trabajo con el que como otro individuo cualquiera he contribuido a la tarea común: la historia de mi “vocación” o de mi “misión”. Alejándose de unas confesiones, recuerdos o memorias al uso, Croce trata de explicar en Aportaciones a la crítica de mí mismo en qué ha consistido su vocación o misión, cómo se ha ido gestando, qué objetivos ha logrado y qué es lo que pretende alcanzar, mostrando de este modo, de una forma crítica, los vaivenes, la evolución de su proyecto de vida, de su programa filosófico e historiográfico.
Formado en un colegio católico de principios borbónicos y papistas, al margen de la italianidad triunfante y del Risorgimento, Croce es consciente del efecto que esta formación tiene en el relativo retraso con que desarrolla posteriormente su ideología y sentimientos políticos, una ideología que, por otro lado, ocupa un segundo término en su pensamiento, siempre por detrás de sus privilegiados intereses histórico-literarios. Después de experimentar una crisis religiosa en los años de bachillerato que le lleva a abandonar los principios religiosos familiares y tras la muerte de sus padres y su hermana en el terremoto de Casamicciola de 1883, Croce -nacido ocasionalmente en un pueblecito de los Abruzos, en 1866, napolitano de corazón- se traslada a Roma, llegando hundido moralmente a casa de su tío Silvio Spaventa. Sacudido por una fuerte angustia vital, despreocupado de la enseñanza universitaria, se somete a lo que denomina “múltiples disciplinas de cultura” y encuentra sostén ideológico –y cierto consuelo- en las lecciones de Antonio Labriola, que le devuelven el interés por la grandeza del ideal y que le sirven de base para determinadas reflexiones morales, luego purificadas y desarrolladas en Filosofía de la práctica.
Las notas escritas por Croce dejan entrever no obstante que en aquella época el proyecto de vida del historiador era francamente pesimista y se basaba esencialmente en el trabajo literario y erudito, “llevado a cabo”, dice el escritor, “por mi natural inclinación y por hacer algo en el mundo”, y en el cumplimiento de una serie de deberes morales y de compasión, fruto de un estado de ánimo deprimido y de la carencia de una visión más amplia y profunda de las cosas. “Filosofaba”, escribe Croce, “empujado por la necesidad de sufrir menos y de dar a mi vida un asiento moral y mental”. El resultado de esta disposición de alma, tras su triste estancia en Roma y el regreso a Nápoles, son un conjunto de investigaciones napolitanas escritas entre 1886 y 1892 –poniendo en práctica a la sazón el modo de vida que se había trazado en Roma-, que le introducen en el mundo literario y científico italiano, pero le acarrean desazón y aburrimiento. En ese momento, Croce se estaba dando cuenta de que estaba necesitado de asuntos más serios y más íntimos, debía pasar de la historia municipal a la historia nacional, “historia que no pensaba tratar como historia política, sino como historia moral, según se la llamaba, al no ser entendida como crónica de unos acontecimientos, sino como historia de los sentimientos y de la vida espiritual de Italia, desde el Renacimiento en adelante”. En estas palabras, por cierto, se empieza a esbozar ya el auténtico proyecto crociano. Resuelto a investigar la historia nacional, Croce indaga en las relaciones hispano-italianas durante 1893 y 1894, estudia la influencia de España en la vida italiana precisamente porque percibe con claridad la necesidad imperiosa de estudiar las conexiones recíprocas entre la civilización italiana y los pueblos extranjeros.
Decisivo en la evolución intelectual de Croce es un ensayo publicado en 1893, La historia vista bajo el concepto general del arte, un texto en el que trata el problema de la naturaleza de la historia y de la ciencia, y, sobre todo, logra poner un cierto orden en determinados conceptos lógicos y metodológicos. Siguiendo esta línea teórica, Croce escribe en 1894 un polémico libro, Crítica literaria, que le valió el sobrenombre de “Garibaldi de la crítica” y le permitió establecer métodos claros y precisos para la historiografía literaria. Totalmente absorbido en esta época de finales de siglo por la influencia de Labriola, por la economía y el materialismo histórico, se deja seducir por la pasión política, pero esta fase –por llamarla de algún modo- en la evolución del pensamiento crociano dura más bien poco, porque en Materialismo histórico y economía marxista el historiador italiano esboza una crítica de las ideas marxistas, distanciándose de este modo de Labriola, apartándose definitivamente de la política y confirmando con ello su visión de hombre de pensamiento. Fortalecido en su espíritu filosófico y alentado por el inicio de su colaboración y amistad con Giovanni Gentile, Croce se adentra en el estudio de los problemas del arte con la intención de escribir un libro sobre estética. Conviene recordar, en todo caso, al llegar a este punto que cada paso en la evolución intelectual del historiador italiano supone una fuente continua de sufrimiento y de tormento interior, como si en cada estadio que atraviesa su pensamiento estuviésemos asistiendo a un parto: “…Y durante cinco meses”, escribe Croce, “no leí casi nada, caminé durante horas, pasé mañanas y días enteros tumbado en el sofá, rebuscando sin cesar en mi interior y anotando sobre el papel reflexiones y pensamientos contradictorios”. El resultado de este sufrido proceso a principios de siglo es un ensayo titulado Tesis fundamentales de una Estética como ciencia de la expresión y lingüística general. El esfuerzo merece la pena porque permite a Croce alcanzar una más completa comprensión de los problemas que plantearon los filósofos clásicos, “comprensión que no se adquiere con la simple lectura de sus libros, sino recreando de nuevo en uno mismo, bajo el estímulo de la vida, su propio proceso mental”.


Tras la publicación de la Estética en 1902, Croce proyecta una especie de programa filosófico que se desarrollará en una serie de libros teóricos e históricos. Al mismo tiempo, pone en marcha, junto a su amigo y colaborador G. Gentile, una revista de historia, literatura y filosofía, Crítica, centrada en el estudio de “la vida intelectual italiana de los últimos cincuenta años, es decir, los de la construcción del nuevo Estado italiano, los de la formación de la nueva Italia”. La elección de este tema para los artículos de la revista está en consonancia con el interés de Croce por esta etapa de gestación de la nueva Italia en la que se configura la mentalidad del historiador. Con la fundación de la revista Crítica en 1903 se inicia, además, una nueva época en su vida, la etapa de la madurez. A partir de este momento, Croce se convierte, muy a su pesar, en maestro y guía de los jóvenes italianos, llevando a cabo una obra de estudioso y ciudadano, abriendo el camino a historiadores y críticos, y realizando su gran aportación a la cultura italiana. Superadas las angustias y conflictos interiores, logrados el sosiego y la calma, la obra del historiador y filósofo alza el vuelo, sin detenerse nunca, concibiendo la vida entera –siguiendo la idea goethiana- como un proceso continuo de formación, y el saber como una suma del saber y del aprender, hasta el punto de afirmar con rotundidad lo siguiente: “Cuando se sabe algo y no se tiene la posibilidad de poder seguir aprendiendo, cuando a uno se le educa y no se le dan medios para continuar formándose, la vida se detiene, y ya no se le puede llamar vida, sino muerte”.



2 comentarios:

  1. Desde mi escaso conocimiento de la materia, siempre he tenido la impresión de que Benedetto Croce fue, por una parte, un legatario directo de las "filosofías duras", de la Ilustración, léase Kant y Hegel, por otra, un maestro fundador para toda una línea del saber que podría alcanzar hasta gente como Gramsci, y de la que no sé hasta qué punto se librarían Eco, Maffesoli o Colombo y, finalmente, el hombre que urbanizó toda ese laberinto que en su tiempo eso a lo que ahora consideramos un saber sólidamente configurado y a lo que llamamos Estética. Tal como yo lo entiendo, el mérito de Croce es haberse atrevido a explorar esa zona difícil de "lo particular", cuyo paradigma es el arte. Siguiendo la doctrina del bildung de los idealistas, que ven la historia como proceso de formación de la colectividad, la estética se aloja en el lugar donde se sutura la brecha entre la generalidad del concepto y la particularidad del hecho artístico. Croce pone orden, orden racional obviamente, en el más salvaje de los territorios. En ese sentido, su valía como maestro es incuestionable.

    Desconocía las atormentadas circunstancias de su trayectoria vital.

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  2. Querido David, durante toda su vida, después del abandono de la influencia marxista de Labriola, Croce trató de desvincularse de la línea pura hegeliana, procurando explicar y justificar, como hace en su "Autobiografía", su aportación particular a la filosofía. No he leído todavía la "Estética". El aspecto que me interesa de Croce es su pasión por la historiografía y su obsesión por buscar vínculos entre historia y filosofía. Saludos. Notorius.

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