martes, 28 de noviembre de 2017

Cartas a un amigo alemán

Entre 1943 y 1944, acuciado por las circunstancias y casi de forma coyuntural, Albert Camus escribe cuatro cartas dirigidas a un hipotético amigo alemán, cartas de propaganda que nacen al amparo de la resistencia francesa y que están llenas de contrastes. Frente a la grandeza y el heroísmo que parecen defender como suyos los alemanes, Camus valora el humanismo del pueblo francés, que tras la derrota ha tenido el suficiente coraje para volver a levantarse. Frente a la verdad que defienden los nazis se presenta la verdad del pueblo francés, una idea por la que se lucha en medio de la guerra y que contribuye a reforzar la fortaleza de la resistencia. La derrota es el punto de partida. Camus insiste en el largo rodeo que se ha tenido que dar para aceptar la derrota, la cólera digerida tras los continuos asesinatos de miembros de la resistencia, pero de esa derrota se pretende extraer la victoria.
Obsesionado con la búsqueda de certezas, con la verdad y la inteligencia, Camus se abre en la tercera carta a la idea de Europa en oposición a la propuesta alemana. Camus habla de Europa como “la más asombrosa aventura del espíritu humano” e insiste en la idea de unidad, conforme al paisaje y al espíritu. Y es conmovedor observar cómo Camus otorga un papel primordial a la tierra en esta idea de Europa. Abundando en esta visión fundada en el espíritu, la cuarta carta apunta ya directamente al humanismo de Camus, fundamentado en el principio de justicia, en una idea del hombre ajena a cualquier principio religioso, un humanismo fiel a la tierra, libre de cualquier posible sentido trascendente.
Cartas a un amigo alemán (Barcelona, Tusquets, 1995) es un documento de lucha contra la violencia, una exploración de la justicia y de la piedad en medio del horror, es un libro de propaganda que se sostiene sobre la fe en la victoria, una certeza que, tal como Camus apunta, “tiene la obstinación de las primaveras”.

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