domingo, 31 de diciembre de 2017
Antes y después de Sócrates
En 1932 se
publica Antes y después de Sócrates
en Cambridge, una compilación de ensayos de Francis M. Cornford que son el
resultado de una serie de conferencias cuyo tema principal era la contribución
de la Grecia
antigua al mundo moderno. (La edición española, Ariel, 1981, incluye dos
capítulos escritos por Cornford para la Cambridge Ancient History). Al leer por primera vez el libro en la primavera de 1994
no me había percatado de que Cornford señalaba ya en el prefacio que el
objetivo hacia el que apuntaba el curso de filosofía griega que se proponía
impartir era la “conversión filosófica” experimentada por Sócrates “desde el
estudio de la Naturaleza
al estudio de la vida humana”, o dicho de otro modo, “mostrar por qué la primitiva
ciencia jonia no llegó a satisfacer a Sócrates”. Siguiendo esta línea se podía
entrever cómo Platón y Aristóteles habían tratado de “llevar a la
interpretación del cosmos las consecuencias del descubrimiento socrático”.
Planteada así la cuestión desde el prefacio del libro, la primera
dificultad estriba, como se sabe, en que Sócrates es “una figura problemática
por haberlo sido ya incluso para sus seguidores”, de tal modo que nos
encontramos con variados “discursos socráticos”, visiones diferentes del
maestro en las que se compaginan anacronismos y opiniones de los propios
autores que emplean a Sócrates como vocero, configurando un tipo de discurso
que ya en su momento Aristóteles definió como literatura de ficción. Más allá
de la controversia en torno a dónde comienza Platón y dónde acaba Sócrates,
Cornford trata de establecer la transmisión que vincula a Platón con su
maestro, porque parece claro que en sus primeros diálogos Platón intenta
ahondar en la esencia del pensamiento de su maestro posiblemente porque
pretende esclarecer sus propias ideas. Podemos pensar, siguiendo a Cornford, que es en la Apología de Platón donde nos acercamos con mayor
precisión y fidelidad al Sócrates histórico, pero llegados a este punto hay una
cuestión que conviene matizar. La acusación contra Sócrates muestra una verdad
mucho más profunda. Al afirmar que Sócrates estaba corrompiendo a la juventud
lo que se venía a decir, y esto sí que se puede considerar completamente cierto
según Cornford, es que el filósofo estaba socavando la moral tradicional basada
en el apremio social, una “ética de obediencia y de conformidad a la costumbre” que mantenía unida a la comunidad y que Sócrates pretendía superar con
una moral de aspiración a la perfección espiritual. El germen central del
platonismo se encuentra precisamente en esta moral socrática, en esta
aspiración. Ahora bien, siguiendo la hermosa metáfora empleada por Cornford, es
necesario tener en cuenta que “en las manos de Platón este germen origina un
árbol cuyas ramas cubren los cielos”, con lo que el platonismo se abre
a una región de la naturaleza que el maestro había desestimado. La idea de
Cornford es que esta nueva proyección del pensamiento platónico viene
determinada por la influencia de las comunidades pitagóricas, hasta el punto de
que llega a afirmar que “el platonismo propiamente dicho data, de hecho, de la
confluencia de ambas corrientes de inspiración, la socrática y la pitagórica”. En la tradición pitagórica, Cornford encuentra paralelismos con el
orfismo, determinadas búsquedas que se traducen en ciertas conexiones entre el
orden visible en el universo, lo que se denomina precisamente cosmos, y una
armonía en el alma individual, o lo que es lo mismo, una relación entre macrocosmos
y microcosmos.
Sabido es que el pensamiento griego oscila entre dos tendencias: el
estudio del cosmos, de la naturaleza, que partiendo de los físicos en la
tradición jónica desemboca en Demócrito, y la denominada tradición itálica, que
más vinculada al microcosmos humano presenta cierta relación con el
pitagorismo, el orfismo y las religiones mistéricas. Al plantear su visión del
problema, Cornford tiene claro que ambas tradiciones “son continuas con
aquellas formas anteriores del pensamiento heleno a las que asignamos el
calificativo de míticas”. Esta continuidad implica que filosofía y
mitología no son excluyentes. Por eso el interés que muestra Cornford en trazar
esas líneas de continuidad desde los orígenes del pensamiento especulativo. Así
pues, cuando acomete la posible influencia oriental en la filosofía griega
defiende la idea de que, a pesar de que los griegos tomaron de Oriente ciertas
nociones de astronomía y matemáticas, algunos métodos y esbozos de concepciones
filosóficas, la especulación clerical de los orientales nada tiene que ver con
el espíritu libre de la filosofía griega y “nada hay que traicione una clara
solución de continuidad en el pensamiento griego acerca del mundo”.
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