martes, 29 de mayo de 2018

Recuerdos del primer amor


La editorial Acantilado ha publicado unos fragmentos del diario de Leopardi, el Zibaldone, textos introspectivos en donde el poeta describe “la llamada de la belleza”, el momento en que por primera vez el amor se enseñorea de nuestros sentimientos. La edición, titulada Recuerdos del primer amor, viene acompañada de la Elegía primera, incluida también en los Cantos.
Siempre he pensado que la escritura puede resultar un consuelo. Para Leopardi, agostado por la enfermedad y encerrado en la biblioteca familiar, escribir era sin duda alguna una suerte de reconciliación con la vida. El domingo, 14 de diciembre de 1817, Giacomo Leopardi decide garabatear unas líneas para tratar de expresar los sentimientos que se agolpan en su mente y el vacío que experimenta en su corazón. Tras permanecer tres días en casa de sus padres una señora de Pésaro, una mujer casada de veintiséis años, el poeta trata de describir el proceso de dolor y sufrimiento que le ha provocado la llegada de esa mujer, “los recuerdos de una melancolía indescriptible”. El joven de diecinueve años que es Leopardi padece sueños febriles y agitados, en donde emerge la imagen de la señora (Oh come viva in mezzo alle tenebre / Sorgea la dolce imago, e gli occhi chiusi / La contemplavan sotto alle palpebre¡), pero al marcharse la joven dicha imagen empieza a desvanecerse, más aún cuando Leopardi logra culminar un poema dedicado a la señora el 16 de diciembre de 1817. Invadido por un estado melancólico, Leopardi se nota “más sensible, más poético”, pero al mismo tiempo se da cuenta de que ha perdido capacidad para el estudio, el único objetivo en su vida hasta conocer a la señora de Pésaro (Nè gli occhi ai noti studi io rivolgea / E quelli m’apparian vani per cui / Vano ogni altro desir creduto avea). La búsqueda de la gloria, que era el objeto hacia el que apuntaba la obsesión por el estudio, ha pasado a un segundo plano mientras permanece el espíritu vacío y lo que Leopardi denomina “enfermedad de la mente”.
Al cumplirse una semana desde el inicio de la enfermedad, el poeta observa una evolución en sus sentimientos. La imagen de la señora empieza a diluirse y retorna poco a poco el afán por el estudio. En las notas elaboradas el 22 y 23 de diciembre se dispone a poner fin a esa “conversación” que ha mantenido consigo mismo para tratar de aliviar su corazón y poner en orden sus pasiones. Los recuerdos del primer amor se agotan, como una lámpara de aceite que languidece y de vez en cuando provoca los últimos destellos. Leopardi reconoce en todo caso la pureza de sus sentimientos y la espontaneidad de todo lo que ha escrito (Al cielo, a voi, gentili anime, io giuro / Che voglia non m’entrò bassa nel petto / Ch’arsi di foco intaminato e puro). Además, sabe que volver a ver a la señora de Pésaro significará volver a avivar la pasión pues ha sido la ausencia lo que ha diluido en definitiva la imagen que se había forjado el poeta.   
   

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